“Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.” Los fariseos seguro que “intentaban” agradar a Dios y que los demás le agradasen. Eran rectos, cumplidores y exigentes. Hay que pensar que eran llevados por la buena fe e interpretaban la ley para que más gente pudiese cumplirla y a la pregunta

Ante la pregunta: “¿Qué tenemos que hacer?”, quizás encontrasen siempre una respuesta clara y corta, e intentaban dar contestación a esa pregunta que tantos nos hemos hecho a lo largo de la historia: “¿Esto es pecado?”.

En la historia de la Iglesia también se ha recurrido muchas veces a estudiar todos los casos (la denominada “casuística”), para saber qué podemos y qué no podemos hacer, sin ofender a Dios. Pero, en ocasiones, el exceso de celo mata el Espíritu. Por eso el Señor nos pide ser mejores … y no hacer “tantas” cosas.

“Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será procesado. Pero yo os digo: Todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “renegado”, merece la condena del fuego”. Jesús nunca amenaza. Con ejemplos que entran tanto por los oídos como por la cabeza, no se nos pide otra cosa, sino delicadeza de alma. Ya podríamos hacer hoy la abstinencia más rigurosa que si no nos lleva a amar un poco más a los demás, a darnos cuenta de que Dios nos lo da todo y sólo Él basta, que nuestra abstinencia se convertiría en una práctica negativa y vacía.

Con nuestra Madre la Virgen recorremos el camino de la Cuaresma. Ella nos ayudará a no pensar tanto en las cosas que tenemos que hacer, sino en lo que Dios está haciendo con cada uno de nosotros.

La Virgen es la mejor emisaria para presentarnos ante su Hijo.