El pasado domingo tuve la suerte de compartir una paella con mi familia en estos albores del verano, la encargamos en un restaurante, fui a por ella y la compartimos en el jardín de casa, plan perfecto para un domingo, lo que no es tan perfecto es que desde el domingo, mi coche huele a paella, así que, cada vez que me monto, parece que me espera un plato de arroz. En cierta ocasiones el olor puede evocarnos el momento vivido, puede transportarnos a recuerdos amables, pero, otras vez, ese olor nos resulta nauseabundo, desagradable, nos revuelve las tripas.
En las lecturas de hoy encontramos dos acontecimientos que bien pueden conectarnos con la realidad de los olores que acabamos compartir. En la primera lectura Tobías, que es un hombre justo, que está entregado a la «causa» de Dios, se encuentra que en su desgracia, (se ha quedado ciego por un accidente escatológico), sus amigos y su familia se ríen de él, le desairar y dudan de Dios, es peor, pretenden que Tobías reniegue de su suerte y de lo que Dios le ha dado. Como en el caso de la paella, su familia, sus amigos, que podrían ser como el buen olor que transporta a tiempos mejores, se ha convertido en un hedor que pretende separarle de Dios. Menos mal que Tobías no cede fácilmente y que permanece fiel y agradecido, incluso en la desgracia.
En el Evangelio son los fariseos y los partidarios de Herodes los que salen al encuentro de Jesús para pillarlo, para engañarlo, le acechan esperando que de un paso en falso, y curiosamente hoy lo hacen con el dinero, un campo más que resbaladizo y que, por desgracia, suele alejarnos más de Dios que acercarnos a Él. Si Jesús les dice que hay que pagar impuestos, los judíos se volverán contra él, pues se estaría sometiendo a la fuerza opresora, si dice que no hay que pagar impuestos, será arrojado a los romanos, se le acusará de rebelde. Parece que no hay solución, no hay respuesta correcta. Sin embargo Jesús siempre es capaz de dar la vuelta a las malas artes de los que quieren quitárselo de en medio.
Jesús hoy nos enseña, una vez más, que siempre hay una respuesta distinta, una opción diferente, que siempre hay posibilidades. ¡Que gran lección!, porque a nosotros se nos olvida con frecuencia que la realidad nos ofrece múltiples enfoques, que la realidad es posibilidad, no condena, que, en verdad, cuando percibimos de nuevo el olor de la paella podemos elegir que recordar, el calor del hogar, de la familia o el desagradable olor a comida con el que no siempre es agradable encontrarse.
No es posible ser un buen cristiano y, a la vez, un mal ciudadano, un mal esposo, un mal vecino, un mal compañero. Los deberes para con Dios no nos eximen de los deberes sociales y de las obligaciones con las demás personas. No es posible mirar a Dios y dar la espalda a lo humano. Jesucristo asumió toda nuestra realidad, se metió en ella y se comprometió a redimirla. «Lo que es del César, pagádselo al César y lo que es de Dios a Dios»; Jesús no traza una línea gruesa separando lo divino y lo humano, pero sí nos recuerda las obligaciones que tenemos con Dios y con lo humano.
Como cristianos no tenemos que confundir órdenes ni crear alianzas buscando poder y ventajas sociales o evitar las obligaciones que surgen de la vida. Jesús nos lo dijo, que «estamos en el mundo aunque no pertenecemos al mundo». Hay cristianos que presumen de evadir impuestos a través de ocultar bienes o mentir en sus declaraciones; personas que solo miran por sus intereses, que no se comprometen con el barrio, con el bien común; esas personas no actúan como cristianos.
Virgen Santísima purifica nuestros labios y nuestros corazones para rezar dignamente tu Santísimo Rosario cada día. Consuela nuestras aflicciones y fortalécenos para que en medio de la enfermedad nos sanemos y la puedamos sobrellevar. Por la Paz en el Mundo.
Vuestro hermano en la fe: José Manuel
“…enseñas el camino de Dios…”
“…lo que es de Dios a Dios…”
“…Se quedaron admirados…”
“…la firmeza de la fe…”
“…conocer aJesucristo, y éste crucificado…”
“…continua acción de gracias…”
Los cristianos son los que vivifican el mundo, porque en ellos se hace vida Cristo
Nuestra Señora de la Luz , intercede por nosotros
No se puede entender este pasaje del Evangelio sin ponerlo en su contexto.
Israel era una pequeñísima parte del Imperio Romano, era una provincia del Imperio; pero en el año 26, más que en otros sitios, había un fuerte sentimiento nacionalista. De hecho, eso tiene lugar aproximadamente en el año 31, 32. En el año 65 hay una fortísima rebelión; una guerra contra el Imperio por la independencia, que culmina con la destrucción de Jerusalén en el año 70; destrucción, y se habla de un millón de muertos. Es decir, el judío religioso, la mayor parte por lo menos, quería la independencia de su patria.
Pagar el impuesto, por lo tanto, no digo al opresor, pero sí al invasor, al ocupante, era algo que no estaba [bien visto]. Yo creo que pagar impuestos no le gusta a nadie, aunque estemos convencidos de que hay que hacerlo y lo hagamos. Pero, en aquel caso, pagar el impuesto a un dominante dominador extranjero era algo doblemente molesto, porque era una trampa. Si Jesús dice que no, le acusan de ir contra el emperador e inmediatamente habría estado detrás de él la policía o el ejército de los militares romanos; y si dice que sí, entonces se vuelve impopular ante el pueblo, porque nadie quería pagar impuestos, y menos a los romanos.
Jesús sale de esta situación tan comprometida con esta respuesta: «¿De quién es el denario? —El denario era la moneda del impuesto—. Del César. Pues dale al César lo que es del César y dale a Dios lo que es de Dios». Es una frase además que se ha hecho popular, aunque muchos incluso apliquen sin saber su origen.
¿Qué es lo que nos enseña Jesús? Que hay, efectivamente, unas leyes que no son unas leyes que la Iglesia tenga que decidir. La Iglesia, la religión, no tiene por qué convertirse en la que dictamine: qué hay que hacer cuando el semáforo se pone rojo o verde, o qué multa hay que poner si uno se salta un stop, por ejemplo. La religión tiene unas normas morales que afectan a todos los ámbitos de la vida, pero hay muchas cosas que tienen que ser aplicadas en la práctica por las autoridades civiles.
Por eso, la Iglesia siempre ha hablado de la ley natural. La ley natural sería aquella que Dios ha escrito en el corazón del hombre, de todo hombre, y entonces, ningún Gobierno, por legítima mayoría que tenga, puede violar, puede ir contra ella, puede legislar contra ella; porque si lo hace, no es que esté yendo contra un sentimiento religioso concreto, sino que está yendo contra algo que está en la naturaleza humana. No se puede entender este pasaje del Evangelio sin ponerlo en su contexto.
Virgen Santísima purifica nuestros labios y nuestros corazones para rezar dignamente tu Santísimo Rosario cada día. Consuela nuestras aflicciones y fortalécenos para que en medio de la enfermedad nos sanemos y la puedamos sobrellevar. Por la Paz en el Mundo.
Vuestro hermano en la fe: José Manuel