Hacer las cosas en presencia de Dios nos libera de una de las mayores esclavitudes que el hombre contemporáneo sufre: el postureo y el qué dirán. Si viviéramos con una mayor conciencia de que Dios nos mira permanentemente, además de pecar menos, obraríamos para ganarnos más su favor y menos el de los hombres. Es la gran lección que nos trae el Señor hoy: no podemos estar más pendientes de los demás que de Él.
El ansia constante por agradar a todos, por destacar y ser reconocido, paradójicamente, suele tener como base una baja autoestima y la inseguridad. Y si, además, buscamos todo esto desde la falsedad y el autoengaño, lo que obtendremos a la larga es frustración y más inseguridad, agravándose así nuestra situación. Dando de comer con frecuencia al postureo, también aparecerán los rencores, odios y envidias hacia quién pensamos que tiene una vida mucho mejor que la nuestra, hacia quién creemos que consigue todo lo que se propone porque es más listo, hacia quién nos parece que es más feliz haciéndonos a nosotros, por comparación, más desgraciados. Aquí es donde hoy día aparecen los estreses por aparentar, por estar pendiente de lo que pasa alrededor, por tener más likes, etc.
De todo esto nos quiere librar el Señor y hemos de pedirle tener una autoestima que se base en su elección por nosotros. Porque, cuando uno se sabe plenamente amado por el único que de verdad importa, todo lo demás pasa a un segundo plano. Recuerda otra frase de Jesús: ¿De qué nos serviría ganar el mundo entero si perdiéramos nuestra alma? Podríamos parafrasearla: ¿de qué nos sirven los honores terrenos si perdemos los eternos?
En fin, si detectamos en nosotros la tendencia a estar demasiado pendientes del qué dirán, huyamos prestos a la mirada del Señor y de quienes nos aman incondicionalmente, que son los instrumentos que Dios nos pone en la vida para reflejar su amor.
Siempre ocurre : el propósito de vivir en la presencia de Dios trastoca nuestros planes, y nos guia hacia el plan de Dios. Y la presencia de Dios ilumina las zonas oscuras y resta protagonismo a las luces de artificio, a los fuegos artificiales, a las vanidades.
La presencia de Dios lleva a vivir lo sencillo, lo ordinario, lo cotidiano, con visión de eternidad, con sentido de unidad en el Padre y con los hermanos, en el Espíritu Santo, unidos en la Cruz a Cristo.
Es fácil distraerse, pero Maria nos recuerda dónde está Él, y nos lleva de la mano a su presencia.
Querido Hermano:
En la oración, Jesús nos dirige al santuario íntimo del corazón, donde habita Dios y donde nos habla con más claridad. Hay momentos donde la oración será comunitaria, donde pueda haber alabanza pero, diariamente, podemos hablar con Dios en la intimidad y desde la sinceridad: sin ropajes, sin palabras complicadas; con naturalidad. «Cuando ores: entra en tu cuarto, cierra tu puerta y reza a tu Padre que está en lo escondido, y tu Padre, que está en lo escondido, te lo recompensará».
En cuanto al ayuno, nos anima a que no nos mostremos ante los demás cabizbajos, como los farsantes que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan: «Cuando ayunes, perfúmate, […] lávate la cara, para que tu ayuno no lo noté la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre […] te lo recompensará». El ayuno nos ayuda a desprender de nuestro corazón las cosas que nos atan y nos lleva a la libertad del corazón y de la mente; nos ayuda a liberarnos de las pasiones desordenadas, pues descubrimos que el mundo entero no podría satisfacer las necesidades más profundas de nuestro corazón.
No olvides que cuando no vivimos seriamente por dentro, empezamos a vivir desordenadamente necesitados de lo de fuera. El ayuno te ayudará a poder distinguir más fácilmente entre lo que es esencial y lo que no lo es. Hay gente que ayuna por estética o por indicación médica, hazlo por madurez espiritual y dominio propio.
Virgen Santísima purifica nuestros labios y nuestros corazones para rezar dignamente tu Santísimo Rosario cada día. Hoy te pido por la paz en el mundo.
Tu hermano en la fe: José Manuel
Hoy ha sido un día completamente familiar, con los dos hijos que viven aquí, tres nietos y hasta uno de los bis nietos. Tiene apenas dos años pero es una alegría disfrutar de su energía agotadora. Pero no paro de darte gracias cada día Señor por todo lo que me concedes