El Evangelio de hoy nos permite profundizar un poco en otra de las peticiones del Padre Nuestro, que ayer leíamos. Jesús nos dice que no acumulemos tesoros aquí, que no merece la pena; dicho de otro modo, que nos baste el pan cotidiano, el pan nuestro de cada día. ¡Que confiemos en el Señor y en que hasta los cabellos de nuestra cabeza están contados!
Estamos en el mes del Sagrado Corazón de Jesús y hay una jaculatoria preciosa que siempre va unida a esta devoción: ‘Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío’. Puede ser un buen punto de partida para la oración de hoy y, por qué no, guardarla en el corazón para que se convierta en alimento espiritual cotidiano en tu vida.
Para confiar en el Señor hay que mirarle y conocerle para poder reconocerle cuando pasa a nuestro lado. La historia de nuestra vida es el principal argumento que, me atrevería a decir, todos tenemos para certificar que el Señor siempre camina a nuestro lado. Por eso rezamos, para conocerle, amarle y disfrutarle. Y por eso es tan fundamental la perseverancia, porque, como en toda relación viva, cuando perdemos contacto con la otra persona, nos enfriamos. Cuando uno insiste, el Señor siempre da más, como ya nos advierte Jesús en la parábola de la viuda o del amigo inoportuno. Y tenemos que tener claro, por tanto, que la confianza en el Señor no se improvisa.
Es cierto que los bienes en esta tierra nos dan seguridades, pero suelen ser más psicológicas que espirituales. Lo nuestro es mirar siempre al Cielo, con los ojos fijos en quien inició la obra buena de santificación en nosotros, sabiendo que Él la llevará a término si nosotros nos dejamos. Es altamente recomendable, por eso, rezar con el Cielo, pedir al Señor la gracia de pregustarlo, aunque sabemos que de una manera muy, muy análoga, aquí en la tierra. Pero hemos de tener por seguro que esas cosas de Dios que nos ensanchan el alma hasta límites, a veces, insospechados, son una cierta presencia del Cielo en la tierra. Porque el Paraíso no es un lugar en sentido último, sino una presencia, un ‘conmigo’, el ‘conmigo’ de Jesús. Por eso, si aquí ya disfrutamos de Él, ¿para qué querer más y preocuparnos por otras cosas que no nos alimentan de verdad?
No es fácil lograr esta visión, pero ya lo dijo ÉL: «Pedid y se os dará».
Qué bien expresado,Padre! No pudo explicarlo mejor❤️Como oración final saqué la siguió: Señor,dame más,dame más de ti.
La jaculatoria de este mes,» Sagrado Corazón de Jesús en Ti Confío. Es entregarnos en cuerpo y alma al Amor que nos ofrece Jesús. Su Corazón rebosante de Amor
los bienes materiales nos esclavizan y enfrentan. Buscamos la felicidad por la obtención de las riquezas pero, en realidad, eso nos condena a la insatisfacción y desgracia; pues el placer que se consigue es inestable, pasajero e imperfecto. Además, si alguien posee o acumula más de lo necesario, en realidad, está privando a otras personas de lo que necesitan. Cuando acumulamos sin medida, egoístamente, de alguna manera estamos robando a quienes pasan necesidad y rompemos el proyecto de fraternidad e igualdad básica del Creador.
Cuanto más se tiene, más se desea; pero la codicia produce en el alma un estado de temor, ansiedad, angustia, tristeza; bien por la frustración de no tener todo lo que se desea, bien por el temor a perder lo que se tiene. Aunque las riquezas al principio dan placer, a la larga dan una profunda insatisfacción. Pues no te ofrecen lo que tu corazón desea, sino un sucedáneo de la felicidad.
Virgen Santísima purifica nuestros labios y nuestros corazones para rezar dignamente tu Santísimo Rosario cada día. Hoy te pido por la paz en el mundo.
Tu hermano en la fe: José Manuel
Querido hermano:
La codicia y envidia tienen unos parásitos difíciles de controlar: la vanagloria y la falta de fe y confianza en el Señor. Fruto de ello pueden surgir otras pasiones: la insensibilidad, el odio, la enemistad, el resentimiento, la cólera, el orgullo, la vanidad, el espíritu de superioridad, desprecio del prójimo, arrogancia, insolencia, petulancia. Cuídate de este mal y rompe con el ídolo «del tener más y acumular».
Virgen Santísima purifica nuestros labios y nuestros corazones para rezar dignamente tu Santísimo Rosario cada día. Hoy te pido por la paz en el mundo.
Tu hermano en la fe: José Manuel