01Los dos personajes del evangelio de hoy, el padre a quien se le acaba de morir una hija y la mujer con flujos de sangre, nos muestran cómo acercarnos a Jesús. En primer lugar, con fe. Aún cuando pueda parecernos imposible lo que le pedimos. El padre no pide una curación. Va mucho más allá y pide la resurrección de su hija: “mi hija acaba de morir. Pero ven tú, ponle la mano en la cabeza, y vivirá”. Esta es la confianza en el poder de Cristo. Podemos meditar sobre cómo es nuestra fe en este sentido. Es posible terminar descubriendo cómo nos puede faltar a cada uno, cómo hay cosas que no pedimos porque nos parecen imposibles. Unas veces serán cosas materiales, otras una nueva conversión o desterrar de nuestra vida determinados actos o disposiciones. El padre del evangelio de hoy nos diría con fuerza: ¡ponte de rodillas ante Jesús y pídeselo! ¡a mí, me resucitó a una hija con sólo cogerla de la mano! El Señor está dispuesto a concedernos las cosas buenas que le pedimos, pero espera nuestra respuesta de fe al pedírselo. Y si tarda, no dudes, es para hacer crecer el deseo en nuestro corazón, para aumentar nuestra fe, nuestro abandono en sus manos.
También la mujer nos da ejemplo de confianza en el poder de Cristo. “Se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto, pensando que con sólo tocarle el manto se curaría” ¡Con sólo tocar el manto de Cristo! No se trata de hacer cosas raras o difíciles. Se trata de acercarnos a Jesús y él nos lo pone muy fácil, siempre está disponible para escucharnos, para que dejar “sobre Él todas vuestras preocupaciones, porque Él cuida de vosotros” (1 Pe 5, 7). Le tenemos en la Eucaristía al alcance en la oración en cualquier momento. “Ya en el Antiguo Testamento se lee que Dios habitaba en una tienda (o tabernáculo), que se llamaba ‘tienda del encuentro’ (Ex 33,7). El encuentro era anhelado por Dios. Se puede decir que también en el tabernáculo de la Eucaristía Cristo está presente con vistas a un coloquio con su nuevo pueblo y con cada uno de los fieles.” (Juan Pablo II, Audiencia general 9 – VI – 1993)
Acercarnos con una fe teñida de humildad. La mujer que sufría flujos de sangre se acerca al Señor sin ruido de palabras, tratando de pasar desapercibida, pero sabiendo en su corazón “que con sólo tocar el manto” de Jesús quedaría curada. Para permitir que el Señor nos cure hemos de acercarnos con humildad, abandonados en la voluntad de Dios.
Pidamos a nuestra Madre, que nos haga hombres y mujeres persuadidos del poder de Dios y nos acerquemos llenos de confianza a presentarle nuestras necesidades.
Recemos una oración por el Santo Padre, que tiene estos dias que pasar por el quirofano. JESÚS
seguro que le está dando ánimos .
Querido hermano:
En el Evangelio de hoy destacamos un detalle no menor, es que ambas personas eran impuras: una niña muerta y una mujer con flujos de sangre, a pesar de ello Jesús entra en contacto físico con ambas, y ese gesto de tocar a una niña muerta o dejarse tocar por una enferma está expresando la cercanía de Dios a todos los marginados. Hay otro detalle que no debemos dejar pasar; para que se manifiesten los signos del reino, tenemos que tener la fe en Jesús que tuvieron estos personajes. No basta una fe intelectual, necesitamos también la fe de confianza y la fe carismática, la que mueve montañas.
La actitud contraria es la desconfianza de aquellos que, cuando Jesús ante la niña muerta les dice que no está muerta, que está dormida; algunos se burlaron de Él. Hay quienes reducen la vida cristiana a una filosofía, a un creer o aceptar unas verdades dogmáticas, pero debemos dar el salto de edificar la vida cristiana en un encuentro con una persona: Jesucristo. Ni la niña hubiera vuelto a la vida ni la mujer hubiera sanado si el padre y la mujer solo hubieran visto en Cristo un personaje, un gran personaje; solo se hubieran admirado de cuántas cosas hacía o de qué mensaje tan bonito tenía.
Reza cada dia el Santo Rosario con la Virgen Maria, pidele Paz en el Mundo, cosuelo para los afligidos. Intercesion para las Mujeres que son tentadas al aborto, y por los enfermos graves.
Tu hermano en la Fe. José Manuel.
Señor, estos días tengo la sensación de tenerte más cerca que nunca, hasta en sueños siento tu amoroso y tierno abrazo. Te pido constantemente ! quédatel ! No te alejes nunca de mi. ,!!. Sin Ti Señor, no sabría vivir.