Ayer leíamos el evangelio de la transfiguración según el evangelio de san Marcos. La escena que hoy comentamos, aunque corresponde al evangelio de Mateo, se sitúa justo después de la transfiguración. Unas palabras omitidas al inicio dicen: “cuando volvieron donde estaba la gente”, es decir, justo cuando acababan de descender de lo alto del monte y regresaban dónde habían quedado los otros apóstoles. Entonces llega Jesús con Santiago, Pedro y Juan y se encuentra con el padre de un chico que había acudido a los discípulos del Señor para que lo curaran, pero estos no habían podido.

Nos imaginamos la situación. Sabemos por el evangelio que, cuando los envió de dos en dos los discípulos habían podido, con el poder de Jesús sanar algunos enfermos. Sin embargo, aquel día no fue así. Lo intentaron también con aquel muchacho, pero sin resultados.

Jesús, una vez más se queja de la falta de fe. En un primer momento se refiere a todos “¡Generación incrédula y perversa!”, y después en privado a los discípulos: “por vuestra poca fe”. Se refiere por tanto a la multitud, a la gente de su tiempo, y después específicamente a los más cercanos. Pero, si nos fijamos más detenidamente parece que la causa de que no hubiera sanación fue la poca fe de los discípulos.

Hoy en día también podemos observar que en nuestro tiempo se ha debilitado la fe en nuestra sociedad. Estudios recurrentes muestran como desciende el número de personas que se declaran creyentes. Por otra parte, de eso no hay estudios, está el tema de los que permanecemos en la Iglesia.

En el evangelio de hoy se habla no de la fe en cuanto aceptación de verdades, sino de la fe que confía en la acción de Dios en la historia, del abandono confiando en su Providencia, de la disponibilidad para ser instrumentos de su gracia. Porque las palabras de Jesús responden a una pregunta de sus discípulos: “¿por qué no pudimos echarlo nosotros?”.

Como siempre la meditación del evangelio ha de llevarnos a contrastar nuestra experiencia personal con lo que Jesús nos muestra. A buen seguro todos tenemos necesidad de que nuestra fe crezca. Con buen humo un sacerdote amigo me decía: “Yo cada día le pido a Dios que me aumente la fe y el sentido común, porque con lo que tengo no llego a fin de mes”.

Hoy también se celebra la memoria de san Cayetano. Se cuenta una anécdota que puede ilustrar el comentario de hoy: “Un día en su casa no había nada para comer porque habían repartido lo que tenían entre los pobres. San Cayetano se fue al altar y dando unos golpecitos en la puerta del Sagrario donde estaban las Santas Hostias, le dijo con toda confianza: «Jesús amado, te recuerdo que no tenemos hoy nada para comer«. Al poco rato llegaron unas mulas trayendo muy buena cantidad de provisiones, y los arrieros no quisieron decir de dónde las enviaban”.