PRIMERA LECTURA
Ofreceos a Dios como quienes han vuelto a la vida desde la muerte.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 6, 12-18
Hermanos:
Que el pecado no siga reinando en vuestro cuerpo mortal, sometiéndoos a sus deseos; no pongáis vuestros miembros al servicio del pecado, como instrumentos de injusticia; antes bien, ofreceos a Dios como quienes han vuelto a la vida desde la muerte, y poned vuestros miembros, al servicio de Dios, como instrumentos para la justicia.
Porque el pecado no os ejercerá su dominio sobre vosotros: pues no estáis bajo la ley, sino bajo gracia.
Entonces, ¿qué? ¿Pecaremos, puesto que no estamos bajo la ley, sino bajo gracia? ¡En absoluto!
¿No sabéis que, al ofrecéis a alguien como esclavos para obedecerle, os hacéis esclavos de aquel a quien obedecéis: bien del pecado, para la muerte, bien de la obediencia, para la justicia?
Pero gracias sean dadas a Dios, porque erais esclavos del pecado, mas habéis obedecido de corazón al modelo de doctrina al que fuisteis entregados; liberados del pecado, os habéis hecho esclavos de la justicia.
Palabra de Dios.
Sal 123, 1-3. 4-6. 7-8
R. Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
– que lo diga Israel -,
si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros. R.
Nos habrían arrollado las aguas,
llegándonos el torrente hasta el cuello;
nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas espumantes.
Bendito el Señor,
que no nos entregó
en presa a sus dientes. R.
Hemos salvado la vida, como un pájaro
de la trampa del cazador;
la trampa se rompió,
y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra. R.
Aleluya Mt 24, 42a. 44
Aleluya, aleluya, aleluya
Estad en vela y preparados,
porque a la hora que menos penséis
viene el Hijo del hombre. R.
EVANGELIO
Al que mucho se le dio, mucho se le reclamará.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 12, 39-48
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, velaría y no le dejaría abrir un boquete en casa.
Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».
Pedro le dijo:
«Señor, ¿dices esta parábola por nosotros o por todos?».
El Señor dijo:
«¿Quién es el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para que reparta la ración de alimento a sus horas?
Bienaventurado aquel criado a quien su señor, al llegar, lo encuentre portándose así. En verdad os digo que lo pondrá al frente de todos sus bienes.
Pero si aquel criado dijere para sus adentros: «Mi señor tarda en llegar», y empieza a pegarles a los criados y criadas, a comer y beber y emborracharse, vendrá el señor de ese criado el día que no espera y a la hora que no sabe y lo castigará con rigor, y le hará compartir la suerte de los que no son fieles.
El criado que, conociendo la voluntad de su señor, no se prepara ni obra de acuerdo con su voluntad, recibirá muchos azotes; pero el que, sin conocerla, ha hecho algo digno de azotes, recibirá menos.
Al que mucho se le dio, mucho se le reclamará; al que mucho se le confió, más se le pedirá».
Palabra del Señor.
Siempre hay que tratar de ser el mejor, pero nunca creerse el mejor. Este Evangelio nos habla de cuán fácil es acostumbrarnos y perder el amor primero.
Cuando nos acostumbramos a estar con una persona, a ser sacerdotes, a trabajar… terminamos por envolver todo con la rutina y perdemos la novedad, la sorpresa; ya no tenemos cuidado de los pequeños detalles.
Nos dice el Evangelio que: «Dichoso el criado que su amo al llegar lo encuentra dispuesto y en su puesto. […] Pero si el empleado piensa: “Mi amo tarda en llegar”, y empieza a pegarles a los mozos y a las muchachas, a comer y a beber y a emborracharse; llegará el amo de ese criado el día y a la hora que menos lo espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de los que no son fieles».
El aviso que hoy nos da el Evangelio es de suma importancia: cuidad vuestra vida, estad atentos, no descuidéis los pequeños detalles. En definitiva, nos pide que renovemos el amor primero, el amor enamorado, que se alimenta de los pequeños detalles, que goza con la alegría del amado.
Rezamos el Santo Rosario de cada día, junto a la Virgen Maria. Le pedimos por las almas del Pulgatorio, Por la Paz en el Mundo. Tu hermano en la fe: José Manuel.
Querido hermano:
Dale valor a lo pequeño, esfuérzate por cuidar y respetar todo lo que haces, ámate y respétate para cuidar con amor renovado a quienes estén a tu lado. No desprecies los pequeños momentos e intenta distinguirte por el bien al hacer las cosas. El respeto no se gana por la fuerza o la imposición, sino por un amor generoso y entregado y por la excelencia con la que hagamos todo.
Dios siempre nos da de esta forma, pero aprovecha tus talentos y multiplícalos, pues: «Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confío, más se le exigirá».
Rezamos el Santo Rosario de cada día, junto a la Virgen Maria. Le pedimos por las almas del Pulgatorio, Por la Paz en el Mundo. Tu hermano en la fe: José Manuel.
«¿Quién es el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para que reparta la ración de alimento a sus horas?
Bienaventurado aquel criado a quien su señor, al llegar, lo encuentre portándose así. En verdad os digo que lo pondrá al frente de todos sus bienes.»
Nuestra vocación, nuestra llamada se centra en dar el alimento de alma y cuerpo a cada uno de nuestros hermanos. Esa es la razón de ser de la Iglesia. Cada cual es criado o siervo de Dios para dar el Pan Nuestro de cada día, a cada hermana y hermano. No a imponer normas que nosotros no estamos dispuestos a cumplir, sino servir al Reino de Dios.
Si nosotros, miembros de la Iglesia hacemos este trabajo de servir, con la Gracia de Dios, seremos Bienaventurados. En caso contrario seremos como los grandes señores del mundo, que tiranizan y explotan, imponiendo normas que no estan dispuestos a cumplir, engañando con mentiras a quienes creen en éllos.
Creamos en Dios, que sólo nos pide lo que Él nos da, desde siempre, hasta el extremo: Amor, Misericordia, Entrega, y Humidad.
Hagamos el bien, como Jesús, María y José
Amén!
Es verdad Dios mío ! A los que mucho se nos ha dado mucho se nos pedirá … cuanto bien y gracia he recibido y recibo cada dos a cada mañana al levantarme la vida la familia el trabajo los amigos tú presencia los sacerdotes las hermanas su oración los sacramentos tu palabra tu cuerpo tu perdón … hazme algo merecedora de toda tu gracia que es totalmente inmerecido