En la lecturas que la liturgia nos propone para nuestra reflexión este domingo tenemos, como principal protagonista, a una viuda. Tanto en la primera lectura tomada del libro de los Reyes, como en el Evangelio, una viuda es la protagonista de la acción. En el libro de los Reyes la viuda asiste al Profeta Elías, en un momento de máxima necesidad para ambos, Elías le pide alimento y bebida porque se encuentra desfallecido, y la viuda que se encuentra también en una situación desesperada le responde afirmativamente y le asiste. La viuda de Sarepta está poniendo en riesgo su propia vida y la de su hijo, no les queda nada para comer, sin embargo aún a riesgo de perderlo todo responde a la petición del profeta.

En el Evangelio Jesús, que siempre ve, donde los demás no vemos, que capta hasta el último detalle, se da cuenta de que una viuda ha dado su único capital como ofrenda en el templo, en la expresión de Marcos, ha dado todo lo que tenía. Todavía su gesto pasa más desapercibido ante los poderosos que dan lo que les sobra… ¿quién puede verla dando su ofrenda? Jesús, puede y quiere verla y la pone en medio de la acción como ejemplo de entrega.

En ambos casos, ambas viudas dan todo lo que tienen y reciben el reconocimiento y la recompensa de parte de Dios, el único que recompensa verdaderamente.  Y fijémonos en la conexión profunda con el texto de la carta a los Hebreos que pone a Cristo como el que entregándose completamente, entregando su propia vida en ofrenda y sacrifico no consigue la salvación a todos. Las viudas en tiempo de Jesús paradigma de la debilidad, de la pobreza, Jesús, el todopoderoso que ejerce su poder de una forma nueva, que se presenta como el justo perseguido, que da su vida por amor, nos invitan a ser generosos, nos invitan también a nosotros a entregarnos.

Pero qué difícil nos resulta vivir en clave de generosidad, y es que la generosidad exige sacar del centro de mi atención mi propia vida, mis necesidades, mis angustias… ser generosos requiere de una mirada educada, capaz de reconocer a la viuda en medio de los ostentosos donantes, que me permita ser cuidadoso con el detalle, que me permita vivir en lo que el Papa Francisco llama la cultura del cuidado.

Es curioso de todas formas que nuestra corteza de miras porque, en realidad, si fuésemos verdaderamente inteligentes, si fuéramos verdaderamente cuidadosos y buenos negociantes, en realidad optaríamos por la generosidad pues, como ocurre con las viudas del evangelio, al que se entrega por amor, no le falta nunca de nada, porque esta lleno de todo, está lleno de lo fundamental, está lleno del amor de Dios. Así que pidámosle hoy al Señor que no conceda largueza de miras y nos permita elegir lo que realmente nos colme de cualquier necesidad, su amor.