Nota: hoy no haré el comentario sobre un Evangelio sino sobre dos: la fiesta de santa María la Real de la Almudena (Jn 19, 25-27) y la Dedicación de la Basílica de Letrán (Jn 2, 13-22)

Hemos comenzado un nuevo grupo de oración en la parroquia. Es un grupo de oración para personas con cáncer o que les cuidan. De momento somos cuatro, a veces tres. No pedimos la curación, ni un milagro, simplemente ponen su debilidad antes Dios en la enfermedad, sus miedos y también su confianza y su fortaleza en el Señor. A lo mejor alguno piensa que somos pocos y yo pienso que ¡Gracias a Dios! ¡Ojalá no hubiera nadie en este grupo! Nadie, en su sano juicio, rezaría para que hubiera más gente enferma en la parroquia para hacer un grupo más grande.

Sin embargo, constato que hay una obsesión en algunos por los números. Y no solamente los números reales, sino los virtuales. Tantos seguidores en YouTube, en redes sociales, en WhatsApp, en el Tik-Tok ese. “Tengo tantos seguidores” nos dicen. A veces me parecen un montón de soledades juntas. A veces queremos nuestros seguidores, aunque no les invitemos a seguir a Cristo.

Al comienzo del Evangelio de San Juan Jesús derriba las mesas de los cambistas y expulsó a los vendedores. Los discípulos se acordaron de lo que está escrito: El celo de tu casa me devora. Y Jesús habla del templo de su cuerpo que levantará en tres días.

El Evangelio del día de nuestra Patrona de Madrid nos hace contemplar a Santa María y a San Juan al pie de la cruz, contemplando ese cuerpo exhausto y destrozado que se desprende de su Madre para dárnosla como Madre nuestra.

La Iglesia no vende nada. La única campaña publicitaria (por llamarla así), que debería tener la Iglesia es mostrar a Cristo, y a este crucificado. ¡Pero hay que hacer atractivo el mensaje del Evangelio a los hombres de nuestro tiempo! Me dirán. Efectivamente. Pero ¿no es atractivo en nuestro tiempo el amor incondicional de Dios por nosotros? ¿no nos seduce la realidad de que Dios se entrega por nuestros pecados y por nuestra salvación? ¿No nos impresiona el ver lo que Dios nos quiere hasta llevar sobre sí todas nuestras debilidades? ¿no te cautiva ese Dios que nos lo entrega todo? Si para hacerlo atractivo tenemos que ponerle música de rap de fondo es que tenemos el corazón muy duro.

Quitemos de la Iglesia todo lo que estorba: murmuraciones, luchas de poder, protagonismos absurdos, personalismos baratos…, y dejemos sólo a Cristo en la Cruz y su Madre a sus pies. Y junto a ella cada uno de nosotros, queriendo ser fieles como San Juan y las santas mujeres. Contemplando la Cruz nacerá el celo que nos llevará a anunciar a Jesucristo sin medias tintas, sin aguar el mensaje, sin vergüenza. El espíritu santo será quien ponga las palabras en nuestra boca, no el director de Marketing.

Nuestra Señora de la Almudena apareció en medio de un muro donde había sido escondida. Que ella vuelva a romper los muros de nuestros corazones de piedra y nos acompañe en nuestra oración para anunciar la mundo: “Es verdad, el crucificado ha resucitado.”