Creemos que las noticias siempre tienen que venir de los medios de comunicación. Pero para estar verdaderamente informado no hace falta abrir un periódico. Un poeta de la altura de José Antonio Muñoz Rojas, decía que las mejores noticias están a reventar en la naturaleza, en ese tallo que está a punto de convertir la flor en fruto y que un puñal de frío puede acabar con él. Están en el milagro de las encinas, en los granados que revientan de fuego. Hoy la noticia que debería estar en la primera plana de nuestro corazón nos la da Isaías en la primera lectura. Lo que Dios tiene preparado pare el ser humano que cruza el umbral de lo visible a lo invisible, ya se puede sospechar aquí abajo: la promesa de Dios se refiere a un festín de manjares suculentos y vinos de solera, manjares exquisitos, vinos refinados, la muerte será aniquilada para siempre y el Señor enjugará las lágrimas de todos los rostros. Esto sí que son noticias, y no la subida del IPC y las variantes del coronavirus.

Me dio mucha lástima que un conocido presentador de una cadena privada en España, dedicara el último segmento de su programa a juzgar con dureza el concepto “más allá”. Decía que no podía existir nada más aburrido ni nefasto para el ser humano que llegar a un lugar donde todo es perfecto, redondo, acabado, sin posibilidad de mejora. La gracia de estar con vida, decía, es saber que habrá días buenos y malos, y que siempre andaremos en progreso, pero una eternidad de perfección es insostenible para un corazón.

Qué pena, ¿no? No creo que los cristianos tengamos una idea tan cerrada del más allá habiendo experimentado en la tierra a un Dios expansivo, que cuanto toca multiplica su valor, que deja amigos en cada generación que muestran porciones de su personalidad divina. Fijémonos en Mozart, un muchacho tocado por la batuta divina, siempre en estado de trance, immaginando, proponiendo novedades al oído… Mira cuánto hacen los que aman, cómo son imparables en la prestidigitación de sus propuestas. Nadie se aburre ante una persona amorosa. Me dijo de su novio la novia: “su cercanía me hace crecer, me hace aguda, atenta”. Entonces, ¿nos vamos a imaginar una proximidad con Dios como un lugar irrespirable donde el hombre se aburre y mengua?

Además, ojo a los ejemplos que pone Isaías: habrá vino, el mejor, la comida más exquisita, el llanto será abolido porque no hay lugar para el dolor. Y habrá granados con sus frutas exquisitas pasadas de mano en mano, y Mozart estará en un rincón componiendo nuevos conciertos para piano y orquesta, y nos inundarán las conversaciones. Y si no hay muerte, siempre estaremos en posición de crecer, nada terminará, porque lo que Dios inicia no concluye, ni el gato ni la risa del niño.

Quédate un rato meditando el asunto de los vinos. Y ve haciéndote un gusto propio, para que sepas apreciar, como el maestresala de las bodas de Caná, la exquisitez absoluta que traerá nuestro Señor. Que el agua calma la sed, pero no trae alegría.