En la primera lectura de este lunes continuamos con la historia del Profeta Samuel. Hoy en un episodio dramático, Saúl, primer rey de Israel, después de una gran victoria frente a los amalecitas, es reprobado por Dios, que en boca del profeta le hecha en cara a Saúl no haber sido obediente a lo que el Señor le reclamaba.

Saúl se queja al profeta, porque en su opinión sí ha obedecido a Dios, ha hecho lo que Dios le mandaba, sus acciones, en apariencias son buenas y razonables. Sin embargo el corazón de Saúl es soberbio, no es dócil a la voluntad de Dios, Saúl se ha creído que es rey de Israel por sus propios méritos, se ha emborrachado de su victoria, y no es capaz de reconocer el verdadero señorío de Dios. Así, y aunque en la apariencia Saúl ha triunfado y ha actuado bien, ha firmado su alejamiento de Dios, ha firmado su desgracia, como Samuel le indica.

Nuestra experiencia de vida no es tan distinta a la historia de Saúl, seguramente, no son pocas las ocasiones en las que nos hemos adueñado de victorias que no eran nuestras, las veces en las que hemos ocultado detrás de las formas nuestras intenciones no tan santas, con total seguridad hemos estropeado muchas buenas acciones con intenciones ocultas, tal vez por el mero hecho de quedar bien.

En cierta medida hemos sido como los fariseos que con su pregunta «bienintencionada» pretenden dejar al descubierto a Jesús. Sin duda el ayuno es algo bueno, sin duda los discípulos de Juan y los fariseos hacen bien en ayunar, sin embargo, cuando se introduce la comparación y la maledicencia las obras buenas se corrompen, se quedan en simples apariencias, y qué tristeza tiene que dar vivir solo en las apariencias. Qué pena vivir sólo de amargas comparaciones.

Qué tristeza llegar al cielo y que te presentes con las manos vacías, siendo aparentemente bueno, pero sólo aparentemente…. que tristeza vivir sin amor, y el que viven en la apariencia no conoce el amor verdadero,   conoce la crítica, conoce el error del otro, conoce el juicio, sufre la envidia propia de quien se siente vacío, de quien desconoce su verdadera valía, de quien siembra sólo vinagre…

Qué tristeza quedarse en aparentemente bueno.