En la primera lectura, la liturgia nos sigue proponiendo la historia de David, hoy se nos ofrece el episodio más famoso de su vida, la batalla contra los filisteos en la que David vence a Goliat. Ya había avisado Dios a Samuel de que Él juzga a los hombre de forma distinta, y qué acertado es en su juicio, pues hoy, contra todo pronóstico y todo raciocinio, David apenas un muchacho vence al campeón de los filisteos con una honda… Pobre Goliat que estaba tan seguro de sí mismo, se sentía tan poderoso, que no vio venir el final de sus días en manos de muchachillo.

Creo que en muchas ocasiones nosotros somos bastante parecidos a Goliat, casi nos pasamos la vida intentando ser Goliat, es decir, vivir en un estado de seguridad y de triunfo, confiados en nuestras propias fuerzas, controlándolo todo, y cualquier muchachillo, cualquier viento de cambio, cualquier recuerdo del pasado nos desestabiliza, nos altera y casi acaba con nosotros. Menos mal que el Señor, cada día, nos sale al encuentro con su palabra, con su mano tendida para sostenernos, sino no sé que sería de nosotros.

En el Evangelio, seguimos con la polémica de sábado. En realidad los fariseos son como Goliat, están muy seguros en el cumplimiento de sus leyes, lo tienen todo controlado, todo tiene explicación. El hombre que tiene una parálisis ha pecado o sufre las consecuencias del pecado de algún familiar, tal vez incluso trasgredieron las normas del sábado, y, como todo el que transgrede la ley se merece un castigo. Sin embargo la pregunta de Jesús rompe todos sus esquemas: ¿qué está permitido en sábado? ¿Hacer lo bueno o lo malo? menudas preguntas, cómo pueden los fariseos responder a esa pregunta para la que en realidad no tienen respuesta… casi podemos or en esa pregunta la piedra que sale de la honda de David y golpea en la frente a Goliat…. oímos como esta pregunta de Jesús acaba con esa religiosidad del cumplimiento de la ley, de las apariencias…

Jesús ante toda la tradición rabínica, Jesús frente a la religión oficial, no es tan distinto de David frente a Goliat… Pero y si damos un paso más, ¿qué ocurre conmigo? vivo yo mi vida cristina como si fuese Goliat, muy seguro de mi mismo, parapetado en normas y costumbres, sin capacidad de asombro, pues entonces las lecturas de hoy me ponen sobre aviso, de que, en cualquier momento, David, la realidad pueden ponerme en aprietos, y desmontar todas mis seguridades.

Sólo el amor es lo único verdaderamente permitido, es lo único que en su intemperie nos da seguridad, sólo el amor nos separa del gigante Goliat y nos permite vivir en manos de Dios, puede que escondidos en sus llagas, puede que sin grandes certezas, sin grandes seguridades ni recetas, pero con la única certeza que nos permite mirar al futuro con esperanza, con sentido, la certeza del amor, lo único que siempre está permiitdo.