Los gerasenos criaban cerdos y vivían en la Decápolis, luego eran paganos. No practicaban la religión judía, lo cual quiere decir que, en principio, Jesús sólo estaba por allí de paso. Sin embargo uno de ellos era atormentado por un espíritu inmundo que lo primero que nos hace saber es que ha reconocido a Jesús y no lo quiere cerca. Reclama aquella tierra como suya. Cuando ve que no tiene nada que hacer contra Jesús sigue sin querer irse de allí, por eso pide quedarse en los cerdos.

¿Por qué los demonios no quieren irse de allí? Por que consideran que aquel lugar les pertenece, lo han conquistado, o los gerasenos se lo han entregado, pero si llega Jesús tienen que salir. No pueden coexistir en el mismo lugar donde está el Señor. Jesús no “pasaba” por allí, había ido para quedarse y expulsar al usurpador, por eso aquellos gerasenos, atemorizados, le piden a Jesús que se vaya de su tierra. Le están haciendo el juego a su “señor”. Pero Jesús deja puesta en aquella tierra una bomba de relojería: el hombre que había sido liberado, maravillado y agradecido por lo que Jesús ha hecho con él, quiere unirse a Jesús y seguirle. Pero Jesús le dice que se quede en su tierra, que vaya a los suyos y les anuncie todas las cosas grandes que el Señor ha hecho con él. Y aquel hombre lo proclamó por toda la Decápolis, una región amplia que abarcaba diez ciudades.

Mas adelante en el evangelio vemos como, la siguiente vez que Jesús pasa por allí, ya es una multitud la que acude a él y le trae enfermos para que los sane. La misión de aquel hombre había empezado a dar su fruto. No solo aquel hombre, toda la región estaba siendo liberada por Jesús. El espíritu inmundo tenía a aquel hombre atormentado pero también tenía a toda la región bajo su dominio. No se trataba de que Jesús arreglase el problemilla del endemoniado y luego se fuese para dejar que la vida continuase. Jesús fue a llevar la salvación a aquel lugar, es decir a tomar posesión de la región y a instaurar su Reino despojando del suyo al usurpador. Así es la Salvación.

Ojalá que nunca nos resulte molesto que Jesús sea el Señor de nuestras vidas en vez de alguien a quien solo queremos para que resuelva nuestros problemillas.

Un pequeño detalle más: a algunos Jesús les pide que dejen todo y le sigan, a otros les pide que se queden donde están, pero la misión es la misma: anunciar el evangelio.