Alguna vez alguien me ha planteado la siguiente cuestión:
– Si Dios no nos hizo para estar solos, ¿por qué los curas no se casan?
– Por que casarse no es la única manera de no estar solo.
Lo que está claro es que no es bueno que el hombre esté solo. No hemos sido hechos para andar solos. La vida del hombre no se realiza en soledad. Estamos hechos para la comunión. No es una opción. Es como si quisiésemos buscarle el sentido a la existencia de un pincel que no pinte. Es verdad que puede servir para limpiar polvo en rincones difíciles, pero su existencia sería una existencia frustrada.
Los discípulos son enviados por Jesús de dos en dos, para que no anden solos.
En la Iglesia hay gente que trata de vivir su fe sola, o relacionándose lo menos posible con nadie. Suelen ser personas serias, rígidas, tristes, huidizas, …raras. Conozco también gente que vive su fe junto a otros y suelen ser personas abiertas, alegres, que crecen y que ayudan otros a crecer. Las relaciones humanas no están exentas de conflictos pero los conflictos bien gestionados se pueden resolver muy bien. Los que no tienen remedio son los conflictos que se come uno solo.
El Señor los hizo ir de dos en dos. Hay veces que la soledad puede estar bien, pero querer andar la vida cristiana a solas con uno mismo es un suicidio.
Querido hermano:
No podemos tener el discurso de pobreza y vivir en abundancia. No podemos condenar la codicia para los demás y justificarla para nosotros, en propiedades, en capital invertido y en depósitos pasivos, que solo producen para tener más.
El valor de la pobreza evangélica es desprendimiento de lo material para servir mejor a los pobres y para depender más de Dios. Nuestra verdadera riqueza es libertad para caminar; no anhelar dignidades y ventajas sociales.
Esa complicidad también puede estar en nosotros, los cristianos, pues: «No es lo mismo predicar que dar trigo». Apostemos por la pobreza, también en las formas, y por el desprendimiento de bienes inútiles, que no nos dan credibilidad.
Recemos el Santo Rosario cada día, en unión, y con la Virgen Maria. Pidamos juntos: por la Paz en el Mundo. Por los niños que lloran porque tienen hambre. Por los que no conocen la fe: Tu hermano en la fe: José Manuel.
Tu Señor Eressiempre Generoso Tierno nu nca hiriente , repartiendo nos Tu Amor sin pedir nada a cambio. Perdona nuestros pecados, que sigamos Tu camino, siempre de Tu Mano. Tira de mi si doy un traspies
La soledad, en la mayoría de las ocasiones, no se elige. Es impuesta. No juzguemos a los «tristes, rigidos, serios…». La soledad es una cruz muy pesada (bien lo sabía Santa Teresa de Calcuta). Solo Dios sabe el por qué de cada situación. Recemos unos por otros y ayudémonos. Oremos hoy especialmente por los «raros», para que el señor los libre de las cadenas de la soledad y la tristeza. Un abrazo.
Cuanta razón tienes Manuel. Confiemos en Dios, El lo sabe y no nos abandona.