En el evangelio de hoy la Iglesia nos recuerda desde el primer domingo de cuaresma que hemos de estar vigilantes porque la labor del tentador no cesa. “A cada uno lo tienta su propio deseo cuando lo arrastra y lo seduce; después el deseo concibe y da a luz al pecado, y entonces el pecado, cuando madura, engendra muerte” (St 13, 14). Santiago pone en evidencia la estrategia del tentador: fomenta el deseo y cuando consentimos se da a luz el pecado.

Ya san Pedro nos exhorta a ello: “Sed sobrios y vigilad, pues vuestro adversario el diablo, como león rugiente, ronda buscando a quien devorar. Resistidle firmes en la fe, (1 Pe 5, 8-9). Uno de los medios para esa vigilancia es “hacer a conciencia el examen de conciencia”

El Papa Francisco en su homilía de la misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta (10-10-2014) nos decía que el diablo jamás deja de tentarnos, porque “tiene paciencia”, y no deja lo que quiere para sí, “nuestra alma”. “Después de las tentaciones, en el desierto, cuando Jesús fue tentado por el diablo, lo dejó por un tiempo, pero durante la vida de Jesús volvía y volvía: cuando lo ponían a prueba, cuando le tendían trampas, en la Pasión, hasta en la Cruz. ‘Pero si Tú eres el Hijo de Dios, ven, ven con nosotros, así nosotros podemos creer’. Y todos nosotros sabemos que esta palabra toca el corazón: ‘¿Pero tú eres capaz? ¡Házmelo ver! No, no eres capaz’. Como el diablo hizo hasta el final con Jesús. Y así con nosotros”.

Es necesario custodiar nuestro corazón donde habita el Espírito Santo “para que no entren los demás espíritus”. “Custodiar el corazón, como se custodia una casa, con llave”. Y después, vigilar sobre el corazón, como un centinela: “Cuántas veces entran los malos pensamientos, las malas intenciones, los celos, las envidias. Tantas cosas, que entran. ¿Pero quién ha abierto aquella puerta? ¿Por dónde han entrado? Si yo no me doy cuenta” de cuanto “entra en mi corazón, mi corazón se convierte en una plaza, donde todos van y vienen. Un corazón sin intimidad, un corazón donde el Señor no puede hablar y ni siquiera ser escuchado”. El examen de conciencia “es una gracia, porque custodiar nuestro corazón es custodiar el Espírito Santo, que está dentro de nosotros”: “Nosotros sabemos, Jesús habla claramente, que los diablos vuelven, siempre. También al final de la vida, Él – Jesús – nos da el ejemplo de esto. Y para custodiar, para vigilar, para que no entren los demonios, es necesario saber recogerse, es decir, entrar en silencio ante sí mismos y ante Dios, y al final de la jornada preguntarse: ‘¿Qué cosa ha sucedido hoy en mi corazón? ¿Ha entrado alguien que no conozco? ¿La llave está en su lugar?’. Y esto nos ayudará a defendernos de tantas maldades, incluso de las que nosotros podemos hacer, si entran estos demonios, que son muy astutos, y al final nos estafan a todos”. “Si no lo hacemos, verdaderamente no sabemos vigilar bien ni custodiar bien”.

Pidamos a María, que este tiempo que en este tiempo de gracia dejemos al Espíritu de la Verdad que ilumine nuestra conciencia, sin temor a lo que pueda poner a la luz, porque la ternura y la misericordia de Dios son eternas.