En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo’ y aborrecerás a tu enemigo”.
Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos.
Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mt, 5, 43-48).

EL ARTE DE AMAR

Vale para niños, adolescentes, jóvenes, adultos, ancianos… vale para todos. Es una síntesis de las diversas propuestas que Jesús nos hace en el Evangelio y que secundan y envuelven el Mandamiento Nuevo del amor al prójimo. Lo propuso la sierva de Dios Chiara Lubich hace años a los niños, pero como digo, vale para todos, aunque ellos además (¿Y por qué solo ellos?) lo tienen escrito en cada uno de los seis lados del dado del «Arte de Amar». Cada día tiran el dado antes de salir de casa y… ya saben como vivir ese día….

  1. Ser el primero en amar. “Primerear” como dice el Papa Francisco. Como hace Dios con nosotros, no esperar a que el otro (mi padre, mi madre, mi amigo, un desconocido…), de el primer paso, sino darlo nosotros.
  2. Amar a todos. Precisamente, porque Dios ama a todos. A diferencia de nosotros, Dios no clasifica, no encasilla, no excluye. Dios ama todos infinitamente, inmensamente. Las cuantías finitas son comparables, las infinitas no son comparables, son igualmente infinitas.
  3. Hacerse uno. Precisamente porque el amor es real y concreto. Podemos creer que amamos a los demás desde nuestras ideas preconcebidas. No. El verdadero amor es humilde. Nos hace callar para poder escuchar y acoger al otro. Amamos cuando vivimos el otro, y nos ponemos en la piel del otro.
  4. Ver a Cristo en el otro: Estaba hambriento y me disteis de comer, estuve desnudo y me vestisteis, etc. (Mt. 25, 31-46). No para sustituir la dignidad del hermano por una imagen, sino porque de verdad Jesús se pone en el lugar del otro para que cuando le sirvamos también a él lo sirvamos. Saber esto nos deja desarmados ante cualquier excusa para no amar.
  5. Amar al enemigo. Qué es la prueba máxima de la misericordia. Y sí, cómo nos decía san Juan de la Cruz, “al final de la vida, nos examinarán en el amor”, esta es la “matricula de honor” en el examen del amor. Pero aún así, hay que vivirlo para aprobar el examen de la vida.
  6. Y amarse recíprocamente. Jesús nos propone en el Evangelio tres grados en el amor: amar al prójimo como a nosotros mismos (medida bien alta): “Ama al próximo como a ti mismo” (Mt. 32,29); amar a los demás como él nos ha amado (dispuestos a dar la vida): “Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros” (Jn. 13,34). Y amarnos recíprocamente, para lo que es necesario la conjugación de más de una voluntad. Es el verdadero testimonio del amor: “En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros” (Jn. 13,35).