DOMINGO III SEMANA CUARESMA
san Lucas 13, 1-9
“¿Pensáis que estos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? (…) ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén?”. Muchas personas, con su vida, su trabajo, su familia, sus alegrías y sus pesares, que hace unas semanas no sospechaban nada, habían sacado, sin embargo, “pasajes” a la muerte en Ucrania.
También nos podría ocurrir a nosotros … el ejercicio de la libertad (que sigue respetando escrupulosamente Dios para todo ser humano), cuando actúa contra cualquier hombre o mujer, nos recuerda que el pecado nos afecta a todos … el creernos superiores a Dios. El disponer de la vida y de la muerte, el imponer las ideas que se desacreditan por sus hechos, son realidades que palpamos (quizás no como en Ucrania, de forma tan brutal) cada día.
“El Señor hace justicia y defiende a todos los oprimidos”. “Si no os convertís todos pereceréis de la misma manera”. El Papa ha calificado esos actos como ofensivos a Dios, y que violan el fundamental derecho a la vida y socavan la pacífica convivencia … y seguimos rezando con insistencia y confianza, para que Dios cambie las entrañas de aquellos que tienen el corazón endurecido.
“Si no os convertís…”. Si el hombre no cambia de conducta, dejará, al final, que actúe la justicia de Dios que es “lento a la ira y rico en clemencia”, pero que no deja que ninguna de las lágrimas de sus hijos caiga en vano, que no deja triunfar al corazón soberbio y engreído; que siempre da otra oportunidad, hasta que llega el día de la muerte y si no se han dado frutos de justicia, como la viña del Evangelio, “la cortas” y eso es para toda la eternidad.
Santa María, Reina de la Paz, ruega por nosotros.
«Si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera»
«Cuando buscamos lo cómodo y placentero a costa de todo, somos como esa higuera improductiva»
El Evangelio de hoy nos presenta un tema interesante: distinguir lo que son consecuencias del pecado, de lo que algunos piensan que es un castigo de Dios por haber cometido pecados.
El pecado lleva en su interior un veneno que mata, por eso, San Pablo nos dice que: «El salario del pecado es la muerte»; también Santiago dice que una vez consumado el pecado, origina la muerte.
La sabiduría popular dice que: «En el pecado va la penitencia»; pues cuando nos dejamos llevar por lo cómodo, lo inmediato, por el placer, siempre tiene consecuencias y nunca son buenas.
En la época de Jesús creían que las enfermedades, accidentes, desgracias estaban asociados a pecados personales o familiares. Sabemos que la enfermedad y la muerte son consecuencias del pecado original, de ahí que todos estemos afectados.
Cristo niega la idea que tenían que las personas que habían sido asesinadas trágicamente, habían muerto por causa de sus pecados. Pero sí nos hace un llamado a arrepentirnos y a cuidar nuestra vida de todo lo que va en contra de la voluntad de Dios.
¿Es posible un llamamiento a la paz en todos los países a la vez, que implique un no a la violencia, un no al uso de las armas, un no a la confrontación ideológica, política, económica, cultural, religiosa…?
¿Hay sitio en este mundo para los pacíficos o se estigmatiza a los «pacifistas»?
¿ Son distintos en humanidad y dignidad un soldado ucraniano y un soldado ruso llamados a filas?
¿Podemos reivindicar nuestra condición de hijos de Dios, hermanos en Cristo, impulsados por el Espíritu Santo para negarnos a empuñar las armas en cualquier parte del mundo?
Cuando el testimonio cristiano es auténtico la caridad no puede quedarse sólo en curar las heridas del violentado, hay que llegar a erradicar la violencia siempre injusta y hacer frente común al demonio padre de la mentira y artífice de todas las guerras.
¿Dónde están las voces de los cristianos en los foros nacionales e internacionales?
¿Dónde están las convocatorias de manifestantes ocupando calles y plazas por la paz y el encuentro?
¿Podemos resistir pacíficamente en todo el mundo a los violentos y defender con coherencia que toda guerra es injusta?
¿Hace falta que el Vicecristo sea crucificado ante la mirada atónita de los televidentes para que entendamos que Jesús nos ha dado un mandamiento nuevo…?
Espero el próximo 25 de marzo orando y ofreciendo la mortificación de poder hacer tan poco por la Paz, por el Evangelio, por la corredención y la Venida del Reino de Dios y su Justicia.
Imploro de María, Reina de la Paz, luces y acciones para caminar hacia la fraternidad y el encuentro , para abrir las puertas al Cielo esperado.