- Solemnidad de la Anunciación. Vivimos tiempos convulsos. A la pandemia, que trastocó nuestra manera de vivir y quebró nuestras seguridades le ha seguido una guerra que nos es especialmente cercana y quizás por ello nos sentimos más urgidos y/o amenazados. En estas tribulaciones y oscuridades recordamos el gran hecho de la Encarnación. Dios ha querido hacerse uno de nosotros.
- Me gusta recordad el texto del Concilio Vaticano II:” El que es imagen de Dios invisible (Col 1,15) es también el hombre perfecto, que ha devuelto a la descendencia de Adán la semejanza divina, deformada por el primer pecado. En él, la naturaleza humana asumida, no absorbida, ha sido elevada también en nosotros a dignidad sin igual. El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre. Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de los nuestros, semejantes en todo a nosotros, excepto en el pecado”.
- Cooperación de la Virgen María. Con su sí abre las puertas de la tierra al Hijo de Dios que viene a salvar a los hombres. Toda su vida al servicio del plan de redención. Tenemos que aprender tanto de la Madre de Dios. Ella es la gran colaboradora, la que no negó nada a su Hijo, la que sigue intercediendo por nosotros, la que nos enseña con su corazón maternal a seguir a Jesús; la que nos da consuelo y de la que aprendemos a acompañar a los que necesitan de nosotros.
- Agradecidos por su plena disponibilidad hoy también acudimos a ella unidos al Papa Francisco, que consagra Rusia y Ucrania a su Corazón Inmaculado. Del hermoso texto del papa tomo este párrafo: “Por eso recurrimos a ti, llamamos a la puerta de tu Corazón, nosotros, tus hijos queridos que no te cansas jamás de visitar e invitar a la conversión. En esta hora oscura, ven a socorrernos y consolarnos. Repite a cada uno de nosotros: “¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu Madre?”. Tú sabes cómo desatar los enredos de nuestro corazón y los nudos de nuestro tiempo. Ponemos nuestra confianza en ti. Estamos seguros de que tú, sobre todo en estos momentos de prueba, no desprecias nuestras súplicas y acudes en nuestro auxilio”.
Querido hermano:
Te desafío hoy a que le digas a Dios:
«Aquí estoy, Señor, tu esclavo;
haz de mí lo que Tú quieras.
Sé mi artesano, moldéame;
dame nueva vida y docilidad para creer en todo lo que Tú quieres de mí.
Rompe mi cobardía, mis miedos, mis inercias, mis seguridades, mi egoísmo, mi mediocridad; y que sea fecundo en la misión que me des.
Habita en mi vida para que yo también pueda dar vida a quienes me rodean.
Hágase en mí según tu Palabra.
Señor, hazme un instrumento de paz;
allí donde haya odio, que yo ponga el amor;
allí donde haya ofensa, que yo ponga el perdón.
Señor, danos la paz.
Ayúdanos a que cada uno la construyamos a nuestro alrededor».
Recemos el Santo Rosario cada dia, con la Virgen Maria, nuestra Señora del Cielo.
Pidamos por el amor en el mundo. Por la Paz. Tu hermano en la fe: José Manuel.