Jesucristo es el mediador entre Dios y los hombres. Él es el único sacerdote. Los demás participamos de su sacerdocio, tanto el común de todos los fieles como el ministerial de los que reciben el sacramento del Orden. El sacerdocio de la Antigua Ley prefiguraba el de Cristo. Jesús es el que ofrece de forma eficaz al Padre y nos reconcilia con Él. También es víctima, porque se ofrece a sí mismo y lo hace de una forma perfecta. Sacerdote, Víctima y Altar.

Jesucristo, resucitado de entre los muertos, sigue intercediendo por nosotros ante el Padre. En la carta a los Hebreos se nos explica como Jesús estableció ese puente entre Dios y nosotros. Siendo Dios se hizo hombre y así se ofreció, como sumo sacerdote misericordioso, para expiar nuestros pecados. Cuando pensamos en la palabra sacrificio nos viene a la mente lo costoso, lo que supone renuncia y quizás también dolor. Jesús sufrió en su pasión, pero su sacrificio estaba totalmente impregnado de amor. Se ofreció con toda su voluntad para unirnos a Dios, rescatándonos del pecado.

Nosotros ahora, unidos a Jesús, podemos también hacer de nuestra vida una ofrenda de alabanza al padre. Sacrificar así, para nosotros, es, a través de Cristo, unirnos más plenamente a Dios. Y también lo hacemos uniéndonos a su voluntad salvífica universal.

En el Evangelio leemos un fragmento de lo que se conoce como “Oración sacerdotal” de Jesús. Encontramos peticiones muy concretas en las que Jesús también va señalando el sentido de lo que será su entrega en la Cruz. Es una oración densa que nos muestra la densidad del amor del Corazón de Cristo. Se subraya el carácter de mediador haciendo referencia tanto al Padre, al que pide, como a nosotros los hombres, por los que intercede.

También nos fijamos en como Jesús señala el deseo de que permanezcamos unidos a él al tiempo que encarga a sus discípulos que prosigan su misión en el mundo. Es un texto para reflexionar despacio y agradecer la mediación de Jesús y su sacrificio expiatorio en la cruz.

En esta jornada también pedimos especialmente por todos los sacerdotes del mundo. El santo Cura de Ars decía que el sacerdote es el amor del Corazón de Jesús. Pidamos para que en el ejercicio de su ministerio vayan creciendo en la configuración de Cristo y para que su entrega redunde en bien de toda la Iglesia.