Esta pregunta que a veces se nos dispara sin control en la cabeza nos delata y revela la mezquindad de nuestro corazón. ¿Qué hay de lo mío? Expresa un cierto resentimiento ante una expectativa que nos habíamos hecho y que no vemos cumplirse en nuestra vida. ¿Qué hay de lo mío? Quiere decir, en el fondo, que albergaba una cierta ilusión al pensar que por seguir a Cristo tendría una recompensa más allá de la simple dicha de conocerle y amarle, que habría una paga extra además de la alegría de trabajar y descansar a su lado. ¿Qué hay de lo mío? Suena en los oídos del Maestro como un cierto reproche: ¿esto era todo?

Y lo que más me duele en estas circunstancias es pensar en el dolor del corazón de Jesús que sigue siendo permanentemente herido al no encontrar el amor como respuesta a tanto amor como él me ha regalado. Me avergüenzo y le pido perdón. Porque él nos ha amado incondicional y gratuitamente, por eso esperaría de nuestra parte algo de esa misma gratuidad en la respuesta. Me recuerda una historia que os comparto:

Una tarde, un pequeño se acercó a su madre, que preparaba la cena en la cocina, entregándole una hoja de papel en la que había escrito algo. Después de secarse las manos y de quitarse el delantal, ella leyó lo que decía la nota:

–          Cortar el césped del jardín…………………… 15,00

–          Limpiar mi cuarto esta semana……………. 5,00

–          Cuidar a mi hermano…………………………… 5,00

–          Ir a la panadería………………………………….. 0,50

–          Sacar la basura toda la semana……………. 2,50

–          Libreta con buenas calificaciones………… 50,00

–          Limpiar el patio………….…………….…….. …..5,00

Total………………………………………….………………83,00

La madre lo miró fijamente mientras él aguardaba expectante. Entonces tomó un lápiz y en el reverso de la misma hoja anotó:

–Por llevarte nueve meses en mi vientre y darte la vida……Nada.

–Por tantas noches de desvelos, curarte y rezar por ti……………….….. Nada

–Por la alegría y el amor de nuestra familia………………………………….. Nada

–Por el miedo y la preocupación cuando estabas enfermo…………….. Nada

–Por la comida, la ropa y la educación……………………..……………..……… Nada

–Por tomarte de la mano y darte siempre mi apoyo…………………………. Nada

Cuando el niño terminó de leer lo que había escrito su madre, tenía los ojos llenos de lágrimas. La miró a los ojos y le dijo:

– “Te quiero mamá…”

Luego tomó el lapicero y escribió con letra muy grande:

– “Totalmente pagado”.

Puede que sea un poco ñoña la historia, pero refleja bien cómo de ridícula es nuestra actitud cuando le pasamos factura a Dios. Él también podría responder de manera similar a la madre de este cuento. Porque ha hecho todo lo posible y lo imposible por salvarnos amándonos hasta el extremo. Y siempre desde la incondicionalidad de un amor que, obviamente, sí espera respuesta: “estoy totalmente pagado”. O como rezan las dos últimas estrofas del soneto anónimo a Cristo crucificado: “Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera, que aunque no hubiera cielo, yo te amara, y aunque no hubiera infierno, te temiera. No me tienes que dar porque te quiera, pues aunque lo que espero no esperara, lo mismo que te quiero te quisiera”.