Voy a contar un cuento que aparece dentro de un cuento mayor. El cuento mayor son Los hermanos Karamazov de Dostoieski, y allí se nos narra una historia muy nutritiva. Hay una mujer muy mala, peor que mister Scrooge por Navidad, incapaz de hacer el bien, narcisista, empecinada en sí misma. Se muere. El diablo acude inmediatamente para llevársela al infierno. Y allí la tenemos, cayendo en picado en un lago de fuego y llamas (imagen muy de la Divina Comedia). La mujer se pregunta cómo podrá salir de aquel infierno, nunca mejor dicho. Y de repente se acuerda de que una vez hubo un hombre que llamó a su puerta y le pidió algo para comer. Ella lo miró de mal grado pero, para quitárselo de encima, fue a la cocina y volvió con una cebolla. Al acordarse de este pasaje biográfico, su ángel de la guarda baja del cielo presentándose ante la mujer con la cebolla en la mano: Agárrate a la cebolla, le dice, sujétate bien, y yo te sacaré de este lago de fuego. La mujer se aferra a la cebolla con todas sus fuerzas. De repente, los demás condenados ven que la mujer se va alzando poco a poco del lago. Carcomidos de envidia, intentan agarrarla con todas sus fuerzas para evitar que se salve. Pensando que la cebolla no podría con el peso, la mujer empieza a insultar y a dar patadas a los demás condenados, para quitárselos de encima, y los maldice con todo el odio que habita en su corazón. Entonces, nos narra Dostoieski, el tallo de la cebolla se partió, y la mujer cayó al lago de fuego y llamas, con todos los desesperados que se habían agarrado a ella.

¿Hace falta moraleja? Pienso que no, pero ahí va una pincelada para despistados. La mujer había confirmado en el último momento de su vida la dureza de su corazón. Se había aferrado a la cebolla con el corazón lleno del egoísmo que en ella era habitual, era la misma de siempre. Ante el Evangelio de hoy uno parece que puede pedir a Dios todo lo que desea, ¿no?, ¿no dice eso el Señor, pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá? Pues nada, a tratar al Señor como al genio de lámpara, y a pedirle salud, dinero y amor, que es lo que nos sale así de pronto. Sin embargo el Maestro dice al final de su intervención que hay que pedir el Espíritu Santo, es decir, lo que nos conviene, y esa ciencia sólo se consigue en oración. Así resumiríamos lo que Jesús trata de decirnos: pedid un espíritu generoso con todos, buscad a Dios en el corazón de los demás, llamad a las puertas de Dios para conocerle y tratarle. Y todo lo demás, por añadidura.

El secreto está en la cebolla. Nada en nuestra vida es más valioso que aquello que hemos dado de corazón. Como sacerdote me han pedido muchísimas veces que rece por negocios ajenos, por los exámenes de los jóvenes, las chicas me han pedido novios buenos de verdad. Y yo siempre intento derivar lo que me piden, sin que nadie me lo pueda reprochar, hacia otro lado: Señor, ¿qué es lo que más conviene ahora mismo a esta persona para crecer? Y casi siempre la cebolla es la solución. Cuando uno da, se desencadena en su interior un mecanismo sobrenatural imparable, donde Dios y el prójimo ocupan un primer plano, (siempre y cuando no tengamos el espíritu del personaje de Dostoieski…)