LUNES 8 DE AGOSTO DE 2022

(LUNES DE LA XIX SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C)

Lectura del santo evangelio según san Mateo (17,22-27):

En aquel tiempo, mientras Jesús y los discípulos recorrían juntos Galilea, les dijo Jesús: «Al Hijo del hombre lo van a entregar en manos de los hombres, lo matarán, pero resucitará al tercer día.» Ellos se pusieron muy tristes.
Cuando llegaron a Cafarnaún, los que cobraban el impuesto de las dos dracmas se acercaron a Pedro y le preguntaron: «¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas?»
Contestó: «Sí.»
Cuando llegó a casa, Jesús se adelantó a preguntarle: «¿Qué te parece, Simón? Los reyes del mundo, ¿a quién le cobran impuestos y tasas, a sus hijos o a los extraños?»
Contestó: «A los extraños.»
Jesús le dijo: «Entonces, los hijos están exentos. Sin embargo, para no escandalizarlos, ve al lago, echa el anzuelo, coge el primer pez que pique, ábrele la boca y encontrarás una moneda de plata. Cógela y págales por mí y por ti.»

EL SECRETO DE LA ALEGRÍA 

Anuncio y tristeza. ¿Dónde queda la alegría?

La historia siempre se repite.

Jesús anuncia el misterio Pascual: será condenado, lo matarán, y resucitará al último día. El impacto del anuncio hace que en sus discípulos brote la tristeza. La Pasión por la que va a pasar el Maestro, que para para ellos era previsible, alcanza en el anuncio su confirmación, y con ella, el peso del realismo lo convierte en inevitable. Pero no reparan en la segunda parte del anuncio, tal vez por pronosticar algo poco realista, algo nunca visto.

¿Dónde queda entonces la alegría del anuncio más importante de la historia? Sólo será posible cuando de anuncio pase a ser constatación, cuando la fe forjada en la confianza en el Maestro quede fortalecida, una vez más, por la incomparable capacidad del Maestro en sorprenderles, que alcanza su cenit cuando encuentren al Resucitado en repetidas ocasiones.

La historia siempre se repite.

Dos mil años después los discípulos de Jesús seguimos cayendo rendidos ante el peso de la realidad no deseada, ante el dolor y la muerte insoslayable. De ahí que compartamos con todos los hombres la tristeza, y malo sería no hacerlo si fuera por huir de la realidad y no afrontar el drama de la vida.

En cambio, el Señor no sólo nos anuncia la pasión, también hoy nos anuncia la resurrección, la suya, y en virtud de la suya, por pura gracia y misericordia, la nuestra.

¿Dónde está nuestra alegría? Los discípulos de Jesús aprendieron el secreto de la alegría cuando estaban con él, antes y después de la Resurrección, porque siempre fue él, el Hijo de Dios vivo, la Eterna Palabra de Dios hecho hombre.

¿Alcanzaremos también nosotros a reconocer el secreto de la alegría?