DOMINGO 14 DE AGOSTO 2022

(DOMINGO XX DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C)

Lectura del santo evangelio según san Lucas (12,49-53):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla!
¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división. Desde ahora estarán divididos cinco en una casa: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra la suegra».

NO HE VENIDO A TRAER LA PAZ

Me parece muy interesante la traducción al lenguaje de hoy del jesuita Tony Catalá de lo que Jesús nos dice en el Evangelio:

Por eso Jesús nos dice: ¡No he venido a dejar las cosas igual! ¡No he venido a bendecir esas paces mortecinas que os construís, que son siempre equilibrios precarios de fuerza: ¡no te metas que no me meto, no agredas que no agredo…! Jesús viene a remover, a provocar, a agitar, a incordiar, a “prender fuego” … a mostrar que nos podemos ubicar de otra manera, que la vida es más que las rutinas de lo “que es así y no puede ser de otra manera”.

Creo que esto lo podemos aplicar a todas las situaciones de injusticia que hay en el mundo, desde las más cercanas a nosotros a las más lejanas. Jesús no nos propone un pacifismo irenísta consistente en mirar para otro lado ante el mal causado y provocado, envolviéndonos y refugiándonos en una egoísta burbuja de paz interior para que no nos roce ni de lejos el drama del mundo con sus divisiones y enfrentamientos. Al contrario nos pide afrontarlos para construir la paz, pero no una paz falsa que no parta de la cura de las heridas de la división y del restablecimiento de la justicia.

Y, como explica también muy bien Tony Catalá, las familias, que es el contexto parabólico en el que Jesús nos propone su mensaje provocativo, tampoco se libran de ser espacios heridos por las injusticias, las discriminaciones y los abusos de poder, a lo que también hay que decir “basta”:

La familia en tiempos de Jesús, por ejemplo, no es una institución ideal que digamos, no pensemos que todas son “sagrada familia.La familia patriarcal está marcada por relaciones verticales asfixiantes. La división que trae Jesús es romper la verticalidad para podernos encontrar en horizontal. La división rompe la verticalidad (hijo-padre, hija-madre, suegra-nuera, nuera-suegra…) para que más allá de los roles dados socialmente podamos reubicarnos como hermanas y hermanos. Jesús nunca dirá qué viene a provocar división entre hermanos y hermanas. La división entre hermanos no la provoca Jesús, la provocan los “lobos” (“os mando en medio de lobos”) de este mundo (Mt 10,21). Jesús sabe muy bien de qué va la vida, pero ahí está él, no se retira.