PRIMERA LECTURA
Diles todo lo que yo te mande. No les tengas miedo.
Lectura del libro de Jeremías 1, 17-19
En aquellos días recibí esta palabra del Señor:
«Cíñete los lomos: prepárate para decirles todo lo que yo te mande. No les tengas miedo, o seré yo quien te intimide. Desde ahora te convierto en plaza fuerte, en columna de hierro y muralla de bronce, frente a todo el país: frente a los reyes y príncipes de Judá, frente a los sacerdotes y al pueblo de la tierra. Lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte – oráculo del Señor -».
Palabra de Dios.
Sal 70. 1-2. 3-4a. 5-6ab. 15ab y 17
R. Mi boca contará tu auxilio.
A ti, Señor, me acojo:
no quede yo derrotado para siempre.
Tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo,
inclina a mí tu oído y sálvame. R.
Sé tu mi roca de refugio,
el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú,
Dios mío, líbrame de la mano perversa. R.
Porque tú, Señor, fuiste mi esperanza
y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno tú me sostenías. R.
Mi boca contará tu justicia,
y todo el día tu salvación.
Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
y hasta hoy relato tus maravillas. R.
Aleluya Mt 5, 10
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el reino de los cielos. R.
EVANGELIO
Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista.
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 6, 17-29
En aquel tiempo, Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel, encadenado.
El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano.
Herodías aborrecía a Juan y quería quitarlo de en medio; no acababa de conseguirlo, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre honrado y santo, y lo defendía. Cuando lo escuchaba, quedaba desconcertado, y lo escuchaba con gusto.
La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea.
La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven:
«Pídeme lo que quieras, que te lo doy».
Y le juró:
«Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino».
Ella salió a preguntarle a su madre:
«¿Qué le pido?»
La madre le contestó:
«La cabeza de Juan, el Bautista».
Entró ella en seguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió:
«Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista».
El rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los convidados, no quiso desairarla. En seguida le mandó a un verdugo que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre.
Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo enterraron.
Palabra del Señor.
El Evangelio de hoy es muy dramático y, tristemente, muy real.
En la vida ordinaria, en la familia, en el trabajo, en ambientes de ocio, no es la primera vez que nos encontramos ante la situación de defender el buen nombre de Dios, o diluirnos en una masa anónima, pero pagana, que renuncia a los principios más fundamentales y que da la espalda a Dios.
El rey Herodes, autosuficiente, satisfecho, vestido de orgullo, prometió todo con la esperanza de dar rienda suelta a sus pasiones y mostrar su poder y autoridad. No dudó un momento, de prometer a la hija de Herodías: «Pídeme lo que quieras que te lo daré, […] aunque sea la mitad de mi reino».
Hay momentos en la vida en los que pensamos que nada nos falta y nada nos faltará. Presumimos de todo, pensando que todo lo podemos alcanzar, nos mostramos ante los demás con tal dignidad que parece imposible que nadie nos rechace.
Pero la vida nos muestra que el hombre, aun falto de cosas materiales, puede sonreír, pero no puede vivir sin esperanza. Su vida está condenada a la insignificancia, se convertiría en insoportable.
Pasarán los años, cambiarán las modas, a quienes idolatrábamos morirán y seguirá sin cambiar la Palabra de Jesús de Nazaret: «Yo he venido para que tengáis vida y vida abundante». ¿Quién puede dar más? El verdadero sentido de la vida del hombre no queda encerrado en el horizonte mundano, sino que se abre a la eternidad.
Herodías estaba inquieta, porque sabía que estaba viviendo en pecado. Pensó que por matar al profeta le llegaría la paz, pero olvidó que la paz nace de una vida correcta, y que el pecado es lo que nos inquieta y nos destruye interiormente.
Sé valiente y busca la verdad, la bondad y la belleza. Reza cada día el Santo Rosario, con la Virgen María. Recuerda quien a Dios tiene nada le falta. Solo Dios Basta.
El Profeta Juan Bautista el Precursor, como buen Profeta, anunció el Reino de Dios, y cómo es incompatible con toda forma de corrupción egoísta y acomodaticia. El Profeta anuncia siempre a Dios Vivo y Creador de Vida. El Profeta anuncia lo que Dios le habla en secreto.
Hoy, en la Iglesia, hay escasez del Don de Profecía.
Quizá nos hemos acostumbrado a tener reuniones de Pastoral, o a proyectar campañas de prensa, pero siempre con una vida programada, prevista, una vida ajena a sobresaltos. Me refiero a toda la Iglesia, no sólo a Presbíteros y Consagrados, sino, también, a los Fieles Laicos.
Hay que prestarse a ser instrumentos de Dios para hacer un mundo mejor. Hay que denunciar al mal y la corrupción de los poderosos y manipuladores de la muerte y la maldad.
Hay que proclamar a Dios y la Verdad, para que sea el Reino de Dios quien pueda regir el mundo, porque la Verdad nos hace libres.
Y hay que afrontar el reto de cada día, como una etapa del duro Camino de Santiago, con dolores en los pies y en todos los músculos, con lluvia o sol, para avanzar, cada día, los veintitantos Kilómetros de la jornada, sin aspavientos, con humildad y llenando el espíritu del Espíritu de Dios.
Cada persona cristiana, es de Cristo Jesús, y debe hacer las obras de Jesús, Vivo y Resucitado, como Rey del Universo.
Seamos Profetas, Sacerdotes y Reyes con Jesús, seamos Iglesia Viva, en permanente oración y en vigilia, con Jesús, María y José, proclamando el Reino de Dios con nuestras palabras y obras, que han de transmitir las Palabras y Obras de Jesús. Porque somos testigos de la Luz.
Amén!
Señor siempre q releo este pasaje me doy cuenta de q todos allí además de Dan Juan fueron víctimas aunq de distinta forma San Juan por supuesto tu primo el mas grande de los nacidos de mujer fiel a ti y a la verdad hasta el final no tuvo duda aunque padeciese muchísimo de dar la vida x ella por intentar corregir y salvar al q luego sería su verdugo .. Herodías q en un principio deseaba escucharle y gustaba de la verdad al final sucumbió a su propio amor propio y ssus vanidades y al q dirán aunq esto le causase la muerte de su alma y la hija Fe Herodías q solo había conocido la vanidad de la vida y con ella contentará su madre formó parte sin quererlo de aquella atrocidad destruyendo su alma y su conciencia …. Nos nuca te apartes de nuestra vida ni nos dejes caer en la tentación del maligno
Manuel Alguacil. Puede ser que en la Iglesia falten profetas, pero no es asi en la humanidad actual. El profeta contempla las tradiciones, lo establecido, las interpretaciones a la luz del espíritu de la verdad. Es la conciencia que ejecuta la autocrítica constante. Por lo regular, las instituciones no quieren a los profetas, que vienen a tambalear los status quo. No quieren pensadores ni opiniones diferentes a las establecidas. Lo leemos pero quiza no entendemos que lo que mantiene la Iglesia unida es el Amor por ella de sus integrantes. Como decia San Pablo, es un cuerpo, cada integrante es diferente, entiende diferente, y hasta cree diferente. Y como tambien decia San Pablo, muchas veces la libertad que Dios me ha concedido, muchas veces la limito frente a los herman@s para no convertirme en piedra de tropiezo, años atras, para que la Iglesia no me arrancara la cabeza.
Asi como Herodes, por apariencias, arranco la cabeza de Juan Bautista, asi nosotros decapitamos al profeta en nosotros para salvaguardar apariencias..
Pedro Lahoz. No he sido capaz de entender tu comentario.
En tres puntos.
1.- En la Iglesia puede ser que falten profetas, no asi en la humanidad.
Pues el Don de Profecía lo concede el Espíritu Santo, entre los habitantes de su Pueblo, la Iglesia. Y carece de sentido fuera de la Iglesia. No olvidemos que la Iglesia es una barca frágil que surca las aguas hacia la otra orilla.
Quien no se embarca, queda quieto en tierra, pero nunca llegará a la otra orilla.
2.- La Iglesia no arranca la cabeza a nadie.
Y 3.-Si alguien calla por miedo, allá con su conciencia.
Aunque estoy plenamente de acuerdo que es mejor el silencio por amor que la Palabra sin sentido.
En todo caso oremos juntos con Jesús, María y José. Pidamos a Dios Padre que nos conceda a su Santo Espíritu.
Un abrazo lleno de afecto de un pobre pecador
Que suerte poder reflexionar sobre esta controversia
Gracias a Pedro Lahoz y a Manu a Alguacill