Martes 30-8-2022, XXII del Tiempo Ordinario (Lc 4,31-37)
«Jesús bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y los sábados les enseñaba. Se quedaban asombrados de su enseñanza, porque su palabra estaba llena de autoridad». El Señor dedicó gran parte de su ministerio público a predicar, enseñando a la gente con discursos, parábolas, comparaciones, explicaciones de la Escritura, ejemplos… Y así, una parte muy importante de los Evangelios recoge precisamente esas palabras que salieron de los labios de Jesús, unas palabras que son «espíritu y vida», unas «palabras de vida eterna». Cristiano, discípulo, es ante todo aquel que escucha a Cristo. Pero Jesucristo no sólo habló y enseñó en Palestina hace dos mil años… Él sigue hablando ahora. ¿Cómo? A través de aquellos que ha elegido como sus mensajeros. Jesucristo nos habla hoy a través de los pastores de la Iglesia: de los sacerdotes, los obispos y, sobre todo, el Papa. El Papa –Francisco, Benedicto, Juan Pablo… quien sea– es el Vicario de Cristo en la tierra, el que posee el Espíritu Santo para hablar en su nombre. Ciertamente, para nosotros hoy, Cristo habla a través de Francisco, a través de Pedro.
«¡Basta! ¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros?». Evidentemente, el demonio sabe muy bien a qué ha venido Cristo a la tierra. Sabe perfectamente que Jesús, por su muerte y resurrección, ya le ha arrebatado todo poder sobre los hombres. Sabe que su reino de tinieblas está destruido para siempre. Por eso, el demonio trabaja desde entonces, furioso e incansable, contra el Reino de Cristo en el mundo. No tiene otro objetivo, otro afán, otro deseo que reducir a cenizas la Iglesia de Dios, que es la presencia de Cristo y de su salvación en medio de los hombres. Y, de un modo particular, arremete contra sus representantes visibles en la tierra. Escándalos, división, corrupción, calumnias, difamaciones, acusaciones… todo le parece poco al príncipe de las tinieblas para atacar al Papa y a todos los pastores. Contemplando en este Evangelio la lucha furiosa del demonio contra Jesús, nos debemos convencer de la necesidad de rezar todos los días por la Iglesia y el Papa, por los obispos y los sacerdotes. ¿Pido a Dios sin cesar por la Iglesia? ¿Tengo al Papa presente en mis oraciones y sacrificios? ¿Me uno a su persona e intenciones en Misa? ¿Me acuerdo de rezar por esos sacerdotes que tengo cerca y conozco, y por tantos otros? Rezar incesantemente por la Iglesia, para que se hagan verdad aquellas palabras: «Y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella».
«Quedaron todos asombrados y comentaban entre sí: “¿Qué clase de palabra es esta?”». El Papa no es solamente un pastor universal que con su callado guía y conduce sabiamente la nave de la Iglesia. Es también un maestro que habla con el espíritu de ciencia y sabiduría en todo su magisterio, tanto en el ordinario como en el extraordinario. A él le encomendó Jesús la misión de «confirmar en la fe a sus hermanos». Por eso, para estar firmes en la fe y unidos a Cristo, debemos conocer y leer lo que el Papa dice cuando habla como pastor y maestro supremo de la Iglesia. Tenemos un tesoro inagotable: encíclicas, exhortaciones apostólicas, homilías, catequesis, discursos… Y no sólo de Francisco, sino de Benedicto XVI, de san Juan Pablo II y de muchos más. Te sugiero un propósito concreto: amar al Papa, rezar por el Papa, leer lo que han enseñado los Papas. Porque hoy Cristo habla por la boca de Pedro.
Qerido hermano:
«La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él, son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría».
«Hay cristianos cuya opción parece ser la de una Cuaresma sin Pascua. […] Comprendo a las personas que tienden a la tristeza por las graves dificultades que tienen que sufrir pero, poco a poco, hay que permitir que la alegría de la fe comience a despertarse; como una secreta pero firme confianza, aun en medio de las peores angustias. […] El amor del Señor no se ha acabado, no se ha agotado su ternura».
En la fe, no vayas tras los listos e importantes. Celebra tu fe y aliméntate de quienes tienen la experiencia de haber encontrado el tesoro escondido; se les va a notar en la cara y en el corazón.
Reza el Santo Rosario cada día con devoción a Maria, nuestra Madre del Cielo y Tierra. Pide por la Paz en el Mundo. Tu hermano en la fe: José Manuel.
«Y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella».
No tengáis miedo .Siempre estar con nosotros hasta el final de los tiempos.
Reza el Santo Rosario cada día
++TRABAJO!!! IGLESIA, A RECUPERAR LA AUTORIDAD Y RESPETO, UM!!!!?