Aunque nunca he tenido, ni tengo, un piso en propiedad y vivo donde mi Obispo me dice, sí he conocido muchos administradores de la propiedad, que gestionan la comunidad de vecinos. Es un puesto de responsabilidad y bastante incómodo. Del administrador se espera que administre bien unos bienes que no son suyos, ya sea en favor del dueño o de la comunidad de propietarios. Cuando es mucha gente es difícil acertar, lo que parece bien a unos, parecerá mal a otros, si se propone una idea otro tendrá otra mejor y tienes que intentar mediar entre los conflictos. Y cuando el administrador cae mal de lo peor que se le puede acusar es de ladrón. Si uno quiere despilfarrar sus bienes, que los despilfarre…, pero el administrador tiene que ser tremendamente cuidadoso.

“¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás seguir administrando”.

La liturgia nos pone delante hoy la parábola del administrador infiel. A este no le acusaron falsamente de robar, sabía que le habían “pillado”. Así que hace lo posible para parecer un buen administrador y conseguir trabajo en otro lado, seguramente criticando a su anterior jefe como un exagerado y un déspota.

Nuestra vida es ser administradores, esperemos no ser malos administradores de ella. No hay nada más triste que decir de alguien que el que está perdiendo su vida o la está malgastando.

Y administramos mal nuestra vida cuando ponemos nuestra ilusión y esperanza en las cosas, no se puede servir a Dios y al dinero. Y administramos mal nuestra vida cuando despreciamos al pobre o al necesitado que Dios pone a nuestro lado, pues el Señor alza al pobre. Y administramos mal nuestra vida cuando nos creemos dueños de ella y despreciamos a nuestro Señor, nuestro Dios, pensando que no se entera de nada.

Ojalá pongamos el mismo interés en administrar bien nuestra vida, en vivirla siempre para mayor gloria de Dios, que el administrador infiel en volver a conseguir un trabajo.

Nuestra Madre la Virgen es la administradora fiel a quien el Señor puso al frente de su más preciado bien, su Hijo Jesucristo. También a nosotros nos pone en sus manos, que ella nos ayude a administrar nuestra vida sólo para el Señor.