Es la excusa más habitual para no hacer las lecturas en misa. Hay feligreses a los que no hay forma de explicarles que no tienen por que ser los que hagan siempre las lecturas y a otros, la mayoría, no hay forma humana de conseguir que lean. Es llamativo que personas adultas y maduras tengan tantas dificultades para vencer la timidez y el miedo al ridículo. Otra cosa muy típica es que las iglesias se van llenando de atrás adelante, pero si no se llenan queda una especie de agujero negro entre las primeras filas, que suelen estar ocupadas desde hace siglos por las mismas personas, y las filas del fondo, donde se esconden en el anonimato la mayoría de los asistentes. Los llamados del cura a acercarse al altar suelen cosechar una escasa o nula reacción por parte de los feligreses que, especialmente en estas ocasiones, parece fueran estatuas.
Sería interesante, por parte de la Conferencia Episcopal, o quien corresponda, un estudio sociológico para saber si esta proverbial timidez es algo autóctono, peculiar, hispano o un problema de alcance global. En cualquier caso podemos avanzar que el católico medio es poco propenso a significarse.
Sin embargo el Señor dice que «un candil se pone en el candelero para que haya luz»; lo que venimos hablando sería un problema menor si no fuese por que da la sensación de que el cristiano tiende a esconderse también fuera de la iglesia. El evangelio de hoy contradice la idea, comunmente asumida, de que la fe es un asunto privado que pertenece al ámbito de la más estricta intimidad.
La verdad es que me da igual si la gente lee o no lee, a veces es mejor que algunos no lean, y me da igual dónde se quiera sentar cada uno. Lo que no me da igual es que una gran mayoría de cristianos no considere algo inherente a su fe el dar público testimonio de la misma.
Querido hermano:
¿Guardas egoístamente tu vida y tus talentos para tu beneficio individual?
Te animo a que tu vida ilumine y ayude a otros. Cuando nuestra vida ilumina a los demás, percibimos más fuerza y claridad.
Son las matemáticas de Dios: quien más da, más tiene y más recibe. Por eso, Jesús dice: «Al que tiene se le dará, y al que no tiene se le quitará, incluso, lo que cree tener». El Evangelio nos aclara también que «nada hay oculto que no vaya a descubrirse».
Esta verdad nos tiene que ayudar, también, a vivir con coherencia, sin doblez, sin interés egoísta, sin fingir lo que no somos; más bien, siendo generosos, comprensivos; disculpando pues, «no habrá secreto que no quede descubierto en lo bueno y en lo malo».
Existen dos causas que producen mucho dolor: no decir lo que pensamos y no hacer lo que decimos. De ahí que Gabriel Marcel decía que «cuando uno no vive como piensa, acaba pensando como vive».
Cuidado, pues, «no hay secreto que no llegue a saberse». Vive entregando lo mejor de ti, mostrando tu luz y compartiéndola con todos.
Reza cada día el Santo Rosario, con la Virgen Maria, nuestra Madre, del Cielo y de la tierra. Dile que interceda y nos conceda la gracia de poder ayudar a los demás, entregándonos a ellos en la fe: Tu hermano en la fe: José Manuel.
El tema de hoy , de por qué no acercarse a hacer las lecturas en la Misa, tal vez, no me saldría la voz, y mi castellano no es perfecto. Con los años me he hecho introvertida. Me pongo cerca queriendo no perderme nada del Milagro de la Eucariistia hasta sé que Celebrante en el lavado de manos vuelve a doblar con cuidado la servilleta, como diciendo volveré. Te doy gracias Señor, por ser uno más en disfrutar de ese torrente de Amor