san Lucas 13, 31-35
Todas las enseñanzas del Apóstol San Pablo tratan sobre la gracia de Cristo. El Apóstol, que expuso la necesidad que todos los hombres, tanto gentiles como judíos, tenían de la salvación, incide en la potencia del amor de Dios.
Si Dios ha entregado a su propio Hijo por nosotros, por nuestros pecados, con Él nos lo da todo. Por eso, la fe nos abre a un horizonte infinito, el de los dones de Dios … ¿Cómo no darnos cuenta, si hemos conocido a Jesucristo, de la inmensidad del amor de Dios? No es que por medio de Él nos lleguen algunos bienes, sino que con Él se nos da el sumo bien. Porque Jesús es Dios que se entrega por nosotros y nos hace don de su vida.
Por eso el Apóstol, con lenguaje encendido y lleno de emoción, nos recuerda que nada hay que nos pueda separar del amor de Cristo. Porque la omnipotencia de Dios se ha manifestado en Él, destruyendo la muerte con su resurrección. No hay poder alguno que se le pueda contraponer … Cristo, al salvarnos, nos ha redimido del todo. La obra de Dios es en Él completa. Dios nos ha liberado del pecado y, como señala san Pablo, nos ha llamado a una vida de amistad con Él.
Así se ilumina en qué consiste la vida cristiana: en un andar con el Señor totalmente penetrados de su amor. Podemos tener la plena seguridad de que Dios va a estar siempre con nosotros. San Pablo nos llama la atención para que seamos capaces de reconocerlo. De ahí que señale que, en cualquier circunstancia, podemos salir vencedores. No por nuestras fuerzas, sino por la asistencia del amor de Dios, que nunca defrauda.
Toda una vida no basta para ponderar el gran amor que Dios nos ha tenido. Y la manera que tenemos de responder a Él es con un “amor agradecido”. A Dios sólo le podemos devolver lo que hemos recibido de Él … Todo viene de Él. Pero, desde nuestra libertad, podemos corresponder con un amor agradecido.
La Virgen María nos adentra en el misterio del amor de Dios y comprobamos cada día que Él nunca nos deja.
Querido hermano:
Cuando Dios nos corrige, como madre y padre, lo hace porque sabe que el pecado nos hace daño, nos divide, nos enfrenta, nos daña interiormente, termina por paralizarnos y matarnos.
Todos necesitamos vivir y celebrar un amor restaurativo, que paga por nosotros, que vuelve a abrazarnos en la pequeñez y en la caída. Ni tú ni yo, ante quien se cae, debemos hacer leña del árbol caído; todo lo contrario.
Por eso, Jesús nos obligó a reparar en la viga de nuestro ojo, y a no quedarnos en la mota del ojo del hermano. Ante el caído en el camino, nos enseña que la respuesta está en amar, en atender, en cuidar y sostener; nunca, en juzgar o en mirar para otro lado.
El Evangelio de hoy lo he vivido en mi vida y lo quiero seguir viviendo: «La misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta». Ese soy yo.
«No he venido a decirte que creas en Dios. Vengo a decirte que Dios todavía cree en ti». Reza el Santo Rosario cada dia. Pide por la Paz en el Mundo.
Tu hermano en la fe: José Manuel.
Entrar en cualquiera momento en ua Iglesia, para dialogar con ese Dios amigo, que quiere quedarse en los Sagrarios para ser nuestro confidente.
Dios Nuestro Señor nos todo a cambio de nada