san Lucas 16, 9-15

Observamos, con relativa frecuencia, algunos que se quejan de “esa gente que va de católico por la vida” … y, luego, son malas personas. … ¿No estamos haciendo un juicio temerario sobre ciertas personas?

Los primeros cristianos, en ocasiones, se llamaban entre ellos “santos” … “los santos de la iglesia de Éfeso” por ejemplo. Sin embargo, lo que tenían claro es que no eran sino luchadores para la santidad, y que estaban esforzándose por ser santos: una llamada a la meta, no un cuño de calidad en las obras para presumir y ser aplaudidos.

No hay santos en esta tierra … ni católicos, ni no católicos. Es el momento de rezar por todos los que tantas veces (también el que falta con juicios temerarios sobre otros), no nos comportamos como los demás esperan y, más importante todavía, como Dios quiere.

Es verdad que, quizás, esa o aquella persona hacen o dicen cosas impropias de un cristiano (muy practicantes en Misas y procesiones, y, luego, en casa, con la familia, déspota y tirano; o, claramente atentan contra alguno de los Mandamientos, de modo grave, de la ley de Dios. Con esos ¿qué? ¿Acaso está bien? … Nos va a contestar el mismo Jesucristo: “Vosotros presumís de observantes delante de la gente, pero Dios os conoce por dentro. La arrogancia con los hombres Dios la detesta”. 

Ponemos nuestra mirada en el Salmo: “Dichoso el que se apiada y presta, y administra rectamente sus asuntos. El justo jamás vacilará, su recuerdo será perpetuo. Su corazón está, seguro, sin temor. Reparte limosna a los pobres; su caridad es constante, sin falta, y alzará la frente con dignidad” … ¿No vivió de esta manera nuestra Madre la Virgen?