san Lucas 20, 27-38

No hace demasiado tiempo hablaba con un hombre ya maduro que llevaba más de veinte años sin acercarse a una Iglesia, sin rezar, sin comulgar ni confesarse. Partió de él el hablar con un sacerdote, confesarse y comulgar. Me comentaba que era muy cómodo el quitar a Dios de su vida, hacer suyo ese grito de algunos filósofos. ¡Dios ha muerto!… y hacer lo que le diese la gana, liberado de la “esclavitud” de los curas y del pecado. Era muy cómodo si no fuese por una sensación interna que no podía acallar y que, por más que intentase ignorarla, estaba siempre allí … Al final confesarse y comulgar, decidirse a cambiar de vida y volver con su Padre Dios hizo que desapareciese esa intensa sensación de traición continua.

Dios “no es Dios de muertos, sino de vivos”. Podríamos poner un empeño considerable en hacerle la “eutanasia” a Dios, matarlo y quitarlo de nuestra existencia, pero… ¿Cómo quitar la vida al que es la Vida, a Aquél por el que todo ha venido a la existencia? Podemos intentar, una y mil veces, lapidar a Dios, pero sólo conseguimos matarnos a nosotros mismos. Es así de triste … y no descubrimos a Dios, no porque Dios haya muerto, sino porque no salimos de nuestro propio sepulcro. El olfato sólo alcanza a oler su propia putrefacción, la sensibilidad se pierde en la carne muerta, miramos con cuencas vacías incapaces de distinguir la belleza y los colores, y el oído sólo escucha el silencio de la muerte. Queriendo matar a Dios nos hacemos la “eutanasia” a nosotros mismos. Dios sigue siendo, aunque les pese a muchos.

Tal vez llevemos años sin acercarnos a Dios, viviendo como muertos, pero Él es capaz de devolvernos la vida. “El Señor que es fiel os dará fuerzas y os librará del malo,” aunque nosotros seamos infieles, Dios permanece fiel y puede decirnos, como en el Evangelio: “Talita cumi” (¡Levántate y anda!).

Nuestra Madre la Virgen acoge nuestro cuerpo muerto como “acunó” el de su hijo al pie de la cruz, con la seguridad de la Vida que puede volver al cuerpo muerto … si queremos vivir sólo lo haremos con Dios, “Dios de vivos y no de muertos.”