A los niños se les podría decir que la viuda negra es un bicho muy malo, porque no tiene apego a ninguna criatura viva. Todos alguna vez hemos visto en algún documental a una viuda negra, una araña negrísima que se parece a un guante inquietante que repta por el suelo. No tiene respeto a nadie, todo lo que cae cerca de ella lo engulle o le insufla su veneno mortal, da igual que se le acerque un enemigo o el dueño que la ha estado alimentando los últimos tres meses. Ella es incapaz de diferenciar el origen de toda intervención en su territorio, mata sin preguntar. Me dice un amigo que una vez conoció a una persona así de tóxica. Yo no creo en los malos, en la gente que es mala porque nació mala. Yo creo que las personas se deciden a veces por el mal y éste, si no se está muy atento, es capaz de engullirlos.

Pero incluso a gente que tiene naturaleza de viuda negra les está dirigido el Evangelio de hoy.

He leído una definición de vida humana muy penosa. Como una sucesión de dificultades administrativas y técnicas, entrecortadas por problemas médicos. Es verdad, ayer mismo me decía un amigo que su padre se le estaba muriendo, pero antes tenía que solventar trámites de la hipoteca de su casa, el pago de su cuota de autónomo, conversaciones pendientes con los profesores de las niñas… Con la edad, empiezan a prevalecer los aspectos médicos, ya todo se circunscribe a la diabetes, la artrosis y la ventilación. La vida entonces cambia de naturaleza y empieza a parecerse a una carrera de obstáculos sin fin: ya todos son exámenes médicos, idas y venidas a la consulta, etc. La vida cambia entonces, traspasa un límite y se convierte en un recorrido más o menos largo y doloroso hacia la muerte. Y ya.

También para quienes creen que la vida tiene este recorrido, les está dirigido el Evangelio de hoy.

Conozco a una chica joven que tiene el cerebro lleno de minas antipersona. Es muy difícil que llegue a saber por sí misma la decisiones correctas que debe realizar a lo largo de su vida. De niña le hicieron mucho daño y su madre nunca estaba sobria para separarla del dolor. En fin, que se equivoca una y otra vez, pierde la confianza en sí misma, es más, se detesta, y sólo quiere quedarse en la cama y que nadie le encienda la luz.

También para ella está dirigido el Evangelio de hoy.

El Creador del universo, atraviesa lo eterno para hacerse uno de los nuestros. Porque sólo de cerca nos hacemos comprensibles. Dios empieza desde el primer instante a cargar con todo lo nuestro, lo pequeño, lo inútil, lo doloroso, lo imposible. Una chiquilla dice sí y pone el mundo patas arriba. Y desde entonces somos hijos de una promesa donde ya no habrá ni dolor, ni luto, ni llanto.