“En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brillaba en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió (…) Vino a su casa y los suyos no la recibieron”. Estas afirmaciones son duras. El rechazo de quien es la luz y la vida misma de los hombres y, precisamente, por quienes somos “los suyos”.
Nos equivocaríamos si pensásemos: “esto es algo ajeno a nosotros”, “esto le pasa a los demás”, “en mi caso no hay tal negativa a recibirlo”. Si hacemos un examen de conciencia sincero descubrimos enseguida cuántas veces no le recibimos porque nos cerramos al hermano ¿Cuántas veces negando el perdón hemos alimentado el rencor y anhelado una “pequeña” venganza? ¿Cuántas veces no hemos dilatado el pedir perdón? ¿En cuantas ocasiones no hemos “mirado a otro lado” ante las necesidades de quien tenemos a nuestro lado o le hemos tratado con indiferencia o frialdad? ¿En cuantas ocasiones hemos juzgado con severidad a los demás, incluso hablando mal de ellos? ¿En cuantas ocasiones nos hemos entristecido por el bien ajeno?…
Sin embargo, el pecado no es el protagonista, ni mucho menos el vencedor. Frente a la realidad del pecado del hombre, la respuesta de Dios es un plan de salvación, realizado por la Palabra hecha carne. El hombre no queda sólo ante su pecado; hay algo más que experiencia de culpa, por la iniciativa de Dios cabe el arrepentimiento.
Lo único capaz de superar la dureza de nuestro corazón es el amor. “No quiere de nosotros más que nuestro amor, a través del cual aprendemos espontáneamente a entrar en sus sentimientos, en su pensamiento y en su voluntad: aprendamos a vivir con Él y a practicar también con Él la humildad de la renuncia que es parte esencial del amor. (…) Dios se ha hecho uno de nosotros para que podamos estar con él, para que podamos llegar a ser semejantes a él. Ha elegido signo suyo al Niño en el pesebre: él es así. De este modo aprendemos a conocerlo” (Benedicto XVI Homilía Misa de Nochebuena 2005).
Que María nos enseñe y ayude a recibir en nuestro corazón a Aquel que nos renueva en su amor y su misericordia.
Querido hermano:
Vivir desde la gracia no es cruzarse de brazos y esperar que Dios me resuelva mis problemas y compromisos. Pero sí descubrir que con Dios puedo llegar a la plenitud para la que he sido creado.
Vivir desde la gracia es saber que cada momento, cada segundo, es un don de Dios; que lo ordinario vivido con gratitud, se convierte en extraordinario; que no solo hay que «ver pasar la vida», es mejor contemplarla y descubrir los reflejos de Dios en lo bello, lo bueno y lo verdadero.
Vivir desde la gracia es sonreír ante la dificultad, sabiendo que en la Cruz también puede convivir la alegría cristiana y la victoria de Cristo.
«Mi gracia te basta», de Pablo o el poema de Santa Teresa de Jesús: «Nada te turbe. Nada te espante. Todo se pasa. Dios no se muda. La paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene, nada le falta. Solo Dios basta».
Al finalizar el año vendrán y escucharás muchos buenos deseos; algunos sinceros; otros oportunistas, tipo de: «Que lo mejor del año que acaba, sea lo peor del año que comienza». Pero no olvides que tú eres lo mejor del año que acaba y lo mejor del año que comienza.
Y eres tú quien de la mano de Dios, tienes que dar lo mejor, tienes que saborear tu vida, tienes que creer en ti, también con tus flaquezas y debilidades. Pero eres lo mejor que hay en la vida, no lo olvides.
A pesar de que hoy descubras que podías haber vivido más intensamente y mejor, no te preocupes. En este ratito de oración al que te he invitado: respira, dale gracias a Dios y pídele vivir de su gracia y alcanzar la plenitud de lo que Dios quiere en tu vida.
Que termines bien el año. Gracias por la vida.Feliz fin de año. Feliz Navidad. Jesús, María y José, escuchad y acoged nuestras súplicas.
Reza cada día durante todo el año, el Santo Rosario. Sé voluntarioso, ayuda al más necesitado. Ora por otros. Tu hermano en la fe: José Manuel.
Gloria a ti Señor Jesús
Jose Manuel, muy buenos tus comentarios pero hoy lo has bordado. Feliz Año!!
Dios tenga en Su Reino a Su Santidad Benedicto xvl