Dice la carta a los Hebreos: “Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna». Si prestáramos atención, nos daríamos cuenta de que el centro del Sacrificio Redentor no estuvo en el sufrimiento (aún cuando lo hubo, y mucho), sino en la obediencia: Dios no se complació en que su Hijo sufriera, sino en que, aún sufriendo, obedeciera.
Ha sido la obediencia de Cristo la que ha dado a su sufrimiento un sentido redentor.
Se santifica todo el que obedece. Esa obediencia, será, en ocasiones, «vino viejo»: sufrimiento, penitencia, arrepentimiento y abrazo gozoso a las contrariedades; en otras ocasiones, será «vino nuevo»: celebración, alegría, comida y bebida, fiesta… Y ambos vinos nos santificarán por igual, si han sido criados en la bodega del cumplimiento de la Voluntad de Dios.
Obediencia es someterse al director espiritual; obediencia es olvidar la propia voluntad; obediencia es orar incesantemente para conocer lo que Dios quiere; obediencia es no ser dueño de la propia vida, sino ponerla a disposición del plan divino … Obediencia es María, la «esclava del Señor»… Virgen fiel: ¡ruega por nosotros!
Querido hermano.
«Echar vino nuevo en odres nuevos», en la vida, es saber que no estamos aquí solo para desarrollar habilidades, acumular bienes, subir cuanto más mejor, tener, viajar, ser reconocidos; sino para vivir amando, integrando a todos, disfrutando de la naturaleza, saboreando la belleza de todo, la verdad de las cosas y la bondad de las personas y de Dios.
San Pablo distingue bien: hijos de la ley e hijos de la fe. A vino nuevo odres nuevos, como se aprecia en el Evangelio de hoy.
No podemos vivir una religiosidad remendada con apaños o retales, llena de preceptos y, algunas veces, de supersticiones, que ocultan el verdadero rostro de Jesús, convirtiéndolo en una caricatura, manipulando y domesticando la fuerza del Evangelio, limándole las uñas al León de Judá.
La credibilidad del Cristiano, su autenticidad, no depende de métodos, administraciones, sino de presentar el verdadero y auténtico rostro de Jesús y mostrarlo a todos.
El vino nuevo del Evangelio en lenguajes significativos y estructuras que no nos ahoguen o impidan mostrar a Jesús al hombre actual en su realidad concreta.
Reza cada dia el Santo Rosario. Donde estés, tienes que ser sal y luz del Evangelio. Confía en Dios. Perdonando, acogiendo, Orando por otros.
Tu hermano en la fe: José Manuel.