Viernes 3-2-2023, IV del Tiempo Ordinario (Mc 6,14-29)
«Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel en- cadenado». Como una especie de evocación, aparece en el Evangelio de hoy la figura de Juan el Bautista, que nos recuerda a los días pasados de Adviento y Navidad. En concreto, nos narra el martirio del Bautista a manos del rey Herodes. ¿Por qué muere Juan? Indudablemente, por confesar la verdad. Pero, ¿ante quién tuvo que confesar esta verdad? Ante un rey lujurioso, borracho y corrupto. Siempre los poderes de este mundo, el imperio del poder, el placer y el tener, han intentado acallar a los profetas de Dios. En un mundo dominado por el desenfreno obsceno y egoísta, por el consumismo escandaloso y desmedido, por la desesperada búsqueda de poder y dominio, las voces de Dios no tienen cabida. Ya lo experimentó en sus propias carnes el Bautista. Su palabra, su mensaje, su misma presencia incomodaba al mediocre y autoritario Herodes, que no sabía cómo quitárselo de encima. Y siempre se busca una idéntica solución: intentar encadenar la Palabra de Dios. Pero «la palabra de Dios no está encadenada» (2Tim 2,9).
«Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista». Nos dice san Marcos que Herodes, a pesar de su libertina vida, «respetaba a Juan» y «lo oía con gusto», quedando muchas veces perplejo. Herodes, en el fondo de su corazón, apreciaba al Bautista como «hombre santo y justo» y sabía que decía la verdad. Sin embargo, su impureza y su vanidad le jugaron una mala pasada. Sin ningún tipo de recato, el lujurioso y obsceno rey tuvo que plegarse a los caprichos de aquella joven, hija de la adúltera Herodías. El demonio siempre conspira deprisa en la sombra. Al final, el propio Herodes se encuentra encadenado por las redes de una bailarina deshonesta y unos convidados tan corruptos como él. Hasta ese punto es capaz de atraparle su lujuria y sus ansias de quedar bien. El pecado siempre nos conduce adonde no queremos, obligándonos a cometer los peores actos llevados por los más bajos instintos. Probablemente, la mañana del banquete el rey no podría ni imaginar que acabaría asesinando a Juan. Pero, como se suele decir, “una cosa llevó a la otra”. Se expuso al peligro, y sucumbió en él. Gran lección, ¿no?
«Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven». Parece que Herodes ha vencido. Los poderes de este mundo, el poder, el placer y el tener, parece que siempre tienen la última palabra en la historia. La voz de Dios se ha acallado para siempre… ¿o no? Pocos años después de esta escandalosa escena, Herodes y Herodías cayeron en desgracia ante el emperador Calígula, traicionados por su sobrino Agripa, y fueron deportados a las Galias, donde el rey murió al poco tiempo. Su fama duró lo que su miserable vida. Sin embargo, la palabra de Juan, que anuncia la verdad de Jesús, sigue resonando en los confines de la tierra desde hace 2.000 años hasta hoy. Juan dio su vida en testimonio del Mesías, y el Mesías triunfó en la mañana de la Resurrección sobre todas las fuerzas del mal, el pecado y la muerte. El mal nunca tiene la última palabra. Juan apostó por el caballo ganador, contra todas las apariencias, y ganó la corona eterna.
Querido hermano:
Hoy vivir de acuerdo a la fe, nos llevará a ser políticamente incorrectos en muchos momentos. Lo importante es que no te dejes manipular por otros, ni aceptes lo inmoral, lo que daña la dignidad de la persona, a pesar de que sea lo que el mundo aprueba y apetece.
Como Salomé, podemos agradar y divertir con nuestra vida a otros, pero perdiendo nuestra identidad, nuestra personalidad, los valores que ayudan a vivir siendo agradecidos, comprometiéndonos por el bien de los demás, reconociendo a un Dios que nos ama.
«No hagas lo que los demás hacen, haz lo que los demás quisieran hacer y no se atreven». Sé tú mismo siendo fiel a tus principios y a lo bueno, verdadero y bello. No vendas tu vida, tu dignidad, tus creencias, por lo inmediato de un plato de lentejas.
Da lo mejor de ti mismo. Sé fiel, aunque haya momentos donde te sientas solo o raro. Cuando Dios se fijó en ti y te miró con cariño, te llamó por el nombre, te eligió y te envío a manifestar su amor. Acoge a Cristo y déjale obrar en tu vida. Reza el Santo Rosario cada día junto a la Virgen Maria. Pide que interceda por la Paz, en el Mundo. Tu hermano en la fe: José Manuel.
LA VERDAD:DUELE-EXHORTA Y EDIFICA!!!! REPOBRES L@S HERODES!!! PLOP!!!!
San Agustín decía… «Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor; si perdonas, perdonarás con amor. Si tienes el amor arraigado en ti, ninguna otra cosa sino amor serán tus frutos».
Y, por supuesto, el fruto del amor es una alegría y paz interior en cualquier circunstancia de nuestra vida. «Ama y haz lo que quieras»: Ama cuando rezas, cuando trabajas en el colegio o en la oficina, cuando te encierras en tu cuarto, cuando conduces el coche o caminas por los campos; ama cuando todo va bien, pero también ama cuando las cosas se ponen difíciles.
Tu hermano en la Fe: José Manuel.