La tentación no estaba en las piedras, ni en los hipotéticos panes. Ni las manzanas, ni las piedras, ni los panes tienen nada de malo. Un amigo mío decía: «La cocina de mi casa es un lugar maravilloso para mis hijos pequeños a condición de que yo esté en ella y ponga las normas. Si no se convierte en un lugar peligroso, por que hay cuchillos, gas, fuego, lejía…» No hay que explicar lo tentador que puede ser para un niño jugar a espadachines con el cuchillo , o lo mucho que se parece un bote de lejía a uno de leche.
«Si eres hijo de Dios», «Dios sabe que no moriréis, seréis como dioses». La insidia de la tentación es poner en duda el amor de Dios. El demonio no gana nada con que nos hartemos de manzanas, panes o sexo. El demonio gana en el momento en que hemos dejado de confiar en Dios, antes de dar el primer mordisco. Un tropezón tiene arreglo pero si desaparece el suelo bajo nuestros pies entonces caemos al abismo, y ahí está él, esperando para recogernos. Satanás no nos tienta con lo que hay en la nevera sino con ser los amos de la cocina.
La oración, el ayuno, la limosna, no son medios para alejarnos de cosas malas sino prácticas que nos deben llevar a reconocer la verdad: que el mundo con todo lo que hay en él es un lugar maravilloso si es Dios quien lleva las riendas.
Querido hermano:
Que el desierto no te asuste, no te acobarde. Espera en Dios, en la experiencia del desierto; de la nada, he podido experimentar a un Dios grande. «Yo no soy nada, Tú lo eres todo y, sin embargo, tu amor quiere que sea mucho. Por eso, Señor, con mi nada y con tu todo haremos mucho».
No lo olvides, cree en un Dios grande y verás un Dios grande pues, a pesar de estar en el desierto, es posible que Dios quiera volver a enamorarte y hablarte al corazón.
Todos estamos expuestos a las tentaciones que sufrió Jesús. La primera es vivir buscando nuestro beneficio, centrarnos en nuestro propio interés, preocuparnos exclusivamente por nuestras cosas.
La segunda es buscar el éxito, entrar en Jerusalén como un mesías triunfalista, libre de todo dolor y sufrimiento. Y la tercera es vivir desde el poder y la fuerza que nos hace insensibles e indiferentes, y miramos para otro lado cuando descubrimos la opresión, la injusticia y la marginación. Nos dice el Papa Francisco que:
«La tentación tiene tres características: crece, contagia y se justifica. Crece: comienza con un aire tranquilo, y crece… Y si uno no la para, lo ocupa todo. Además, la tentación busca a otro para hacer compañía, contagia y, en este crecer y contagiar, la tentación se cierra en un ambiente de donde no se puede salir con facilidad. Cuando estamos en tentación, solamente la Palabra de Dios, la Palabra de Jesús, nos salva».
Acude a Él.
Reza el Santo Rosario cada día en Radio María, a las 6:30, con el Papa San Juan Pablo 2º. Grabado cuando él estaba con nosotros, Y que todos los días podemos escuchar con su Voz. Pide a la Virgen María nuestra Madre, por la Paz en el mundo. Tu hermano en la fe. José Manuel.
Gracias comentarista por esta semana de reflexión sobre las lecturas. Le da ud. Una dimensión vital que ayuda a entender la Palabra inmersa en la vida. Que el Señor le siga bendiciendo
» DEGENERADORES» DE LA VIDA:PODER-TENER Y PLACER!!!
MI PILDORA, HUMHUM…
Amén Padre, gracias por su comentario. Dios le bendiga siempre.
Gloria a ti Señor Jesús