Acto seguido a la curación del paralítico (evangelio de ayer), que escandalizó a los judíos por el hecho de coger la camilla en sábado, hoy añade el escándalo de la blasfemia: «no sólo quebrantaba el sábado, sino también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios».
El discurso de respuesta de Jesús al estilo «lavadora» (dando vueltas y vueltas a varias ideas sin ser un discurso esquemático, sino con ideas que van intercalándose), concentra el argumento en el concepto «vida», que aparece siete veces en el evangelio. Unida a la reflexión de ayer, vemos la relación que tiene la fuente de «agua viva» con la «vida» que comunica. Isaías también habla hoy de sed y de manantiales de agua. Esa fuente es el corazón de Cristo y esa vida es la vida divina que da a los que creen en Él.
Los enamorados utilizan -al menos en la época en que no existían las redes sociales- la expresión «vida mía», para expresar que su comunión es íntima, llamada a fortalecerse con una entrega de por vida, fraguada día a día. Ojalá siga presente ese tierno romanticismo en el corazón de quienes se entregan la vida mutuamente.
Y también, como enamorados de Dios, ojalá no dejemos de decirle eso mismo a Jesús: «¡Vida mía!»
.
Querido hermano:
Escuchar la Palabra de Jesús y creer, de primeras nos parece difícil, sin embargo, escuchar la Palabra de Jesús nos mueve a vivir; muchas veces, contracorriente, crea conflicto, pues pone en cuestión los valores que se canonizan socialmente.
Todo lo que hacemos en la vida tiene consecuencias en nosotros y en otros, por eso, piensa hoy si hay cosas, actividades, actitudes, motivaciones en tu vida que desde la Palabra de Dios, tienes que prescindir de ellas.
Nuestro horizonte no solo tiene que limitarse al presente inmediato, es bueno también que mires más lejos, que pienses que hay un proyecto en tu vida que tienes que cumplir, y que hay Alguien que cada día te convoca al amor, a la belleza, al bien y a la bondad.
Saca jugo de tu vida, sé útil y vive con excelencia. Decía Albert Einstein que «el valor de una persona reside en la medida en la que haya logrado liberarse del ego, […] pues el valor de una persona debe juzgarse en función de lo que da y no de lo que recibe».
Reza con la Virgen María. Cada día Reza el Santo Rosario. Pide por la Paz en el mundo. Tu hermano en la fe: José Manuel.
Una vez más, espero no decir alguna herejía.
El día de hoy encuentro en la Palabra de Dios, en su primera lectura, la posibilidad que tiene todo ser humano, de establecer un diálogo con Dios, pues expresa: “…«Sión decía: «Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado»…” y “…«En tiempo de gracia te he respondido, en día propicio te he auxiliado»…”. Un verdadero diálogo que describe el lamento de Sión, y la respuesta de Dios.
Pensé, seguramente, el quejoso habrá expresado por qué se sentía abandonado y olvidado por Dios; y Dios le respondía; y eso configuró un diálogo.
Si en el tiempo de Isaías Dios escuchaba, con mayor razón -pensé- ahora que nos habla por medio de su Hijo, pues el mismo nos dice: “…Pidan y se les dará; busquen y hallarán; llamen y se les abrirá la puerta. Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y se abrirá la puerta al que llama…” (Mt 7,7-8); nos da como requisito nos ser como los hipócritas y que nuestra oración o súplica no esté llena de vanidad, es lo que entiendo por “palabrería”, pues nos somos gentiles, somos hijos de Él (Gal 3,26).
¿Y Cómo se le habla a un Padre? ¿A un amigo? ¿Y qué es pedir? buscando una conversación con Dios, Padre nuestro, Señor y amigo.
Desde luego, Jesús mismo nos dice que ya sabe el Padre lo que necesitamos (Mt 6,8); pero también nos pone el ejemplo del amigo al que se acude a medianoche con insistencia: “…Yo os digo: «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá…” (Lc 11,5-10)
La misma Primera lectura, nos da testimonio de que, además del Padre nuestro, vale exponerle un problema, necesidad o queja a Dios y que Él responde, como responde a Sión: “…¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ésas llegasen a olvidar, yo no te olvido…”
Y me digo: ¿Creo esto? ¿Acaso Dios no ve la terrible situación que estoy viviendo? Y también: ¿Acaso le dejo hacer su voluntad? ¿Acaso su voluntad es mantenerme en esa terrible situación? Pero también pienso: Jesús me dice que pida como al amigo al que se acude a medianoche, por eso entiendo que además de Padre, es amigo.
¿Entonces?
Recordé que me ha dicho por boca de San Pablo: “…la tribulación engendra la paciencia; la paciencia, virtud probada; la virtud probada, esperanza, y la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado…”, también, imaginé los dolores de los ladrones crucificados a cada lado de Jesús: Uno Maldecía y otro pedía, así que me lo apliqué y pedí.
En el Salmo Dios me habla de que Él es compasivo y misericordioso, ve la miseria de mi corazón y se compadece, lo cual, alienta mi esperanza, la esperanza es fe.
Y de nuevo: ¿Creo esto?
Y me digo: Si en la Palabra de Dios encuentro al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, por necesidad, debo creer que es verdad, porque la Palabra de Dios, es Verdad (Jn 17,17) y ella, encuentro el camino al Padre y la vida (Jn 14,6).
El Evangelio me ratifica que Jesús está dispuesto al diálogo, oye y juzga según lo que escucha y que los que hayan oído su Voz, su Palabra, vivirán. Espero me escuche, me hable cada día y me dé vida.
OBVIO!!! HAY QUE PEDIR++, PERO DIOS TIENE SUS CONDICIONES:ESPERA-NO TE CONVIENE-TE VOY A DAR ALGO MEJORRR, A INSISTIR, JAJAJA
Leí entre los comentarios lo que escribió Rubén, luego borrado. Quedé reocupdo. ¿Procedía y cabía hacer algo, o se ha hecho?
…preocupado…