Es muy significativa la primera lectura de hoy. Un eunuco, pagano que, curioso, va leyendo las Escrituras -se lo podía permitir siendo enviado de una reina-, y no entiende cierto pasaje de Isaías. Muchos no podían entender aquellos pasajes del «Siervo sufriente» o «Siervo de Yahvé», y se preguntaban lo mismo: El profeta ¿lo decía por él, o por otro?
Muy bonita e interesante esa sed, esa curiosidad por profundizar en las Escrituras. Ojalá hoy muchos la tuvieran. Es cierto que algunos la tienen: yo he conocido varios que por iniciativa propia, en su búsqueda de la verdad, se ponen a leer la Biblia, el Corán, etc. Pero no son muchos. La mayoría prefieren encender el televisor o la tablet.
Pero ante el misterio, lo más interesante es que ahí está Felipe, y el eunuco le pide que le explique, y él lo hace. A mí me hacía pensar que, ante estos que buscan la verdad, que se hacen de verdad las preguntas adecuadas, Dios les pondrá alguien a su lado. Quizás seas tú, o yo. Y no podemos dejar de lado nuestra responsabilidad, de explicarle.
Así pues: ojos y oídos abiertos, y formándonos continuamente para poder dar razón de nuestra fe.
Parece que aunque lentamente van entendiendo que el intelecto, la razón..no se pueden despreciar, que la fama de ser limitados intelectuales, ignorantes del mundo..no les beneficia ni resulta evangélico y resulta 1 freno a muchos ateos o agnósticos q sinceramente buscan a Dios.
Tampoco lo contrario = daño hace la soberbia intelectual.
La Encíclica Fides et Ratio fué una extraordinaria idea.
El pasaje de Nicodemo es elocuente en relación a esa brecha, cómo puede un hombre volver a nacer (a entender) siendo ya viejo, tal es un drama, sentir esa necesidad y no creerlo posible de realizar, y sí lo es, ese el gran mensaje cristiano, su Esperanza y fundamento de su Fe expresada en su Caridad.
Nicodemo fué seguramente el único intelectual que aparece en los Evangelios, un personaje francamente atractivo que se menciona poco.
Querido hermano:
Seguro que en alguna situación de la vida, a pesar de tenerlo todo, te has experimentado limitado, limitada, has tenido la sensación de no llegar, no saber e incluso de tener dificultades para seguir adelante.
Lo primero: que todo es pasajero. En el «todo», inclúyete e inclúyeme. Y lo segundo: que somos amados, hoy y siempre, y estamos llamados a la vida por la vida.
El alimento material que puede asegurar crecimiento, en algún caso, si no tienes cuidado, también te asegura engordar. Pero el alimento espiritual nos asegura la vida eterna.
Jesús nos dice a todos: «El que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá para siempre». Esta es la decisión que todos tenemos que tomar: vivir intensamente el presente, lo inmediato, sin mirar más allá; o vivir para siempre.
Si no lo haces todavía, comienza a nutrirte espiritualmente. Jesús termina el Evangelio diciendo: «El pan que Yo daré es mi carne para la vida del mundo». El pan vivo, la carne de Cristo es la Eucaristía.
Dale valor al encuentro con Cristo en la Eucaristía. Aliméntate de Él. Acógele en tu vida. Contémplale en adoración y conviértete en sagrario del Señor, y vive de la fe de saber que quien come de ese pan vivirá para siempre.
Recuerda que cada día podemos rezar el Santo Rosario. Con la Virgen María nuestra Madre del Cielo y de la tierra. Con la intercesión de ella, pidamos la Paz del Mundo. Tu hermano en la fe: José Manuel.
El pan que nos da Jesús es su doctrina y su ejemplo, y su sangre es su pasión y muerte. Todo esto lo tenemos que entender, creer y vivir con la fe, basada no solo en emociones sino también en la razón.
Gloria a tí señor Jesús