Es muy significativa la primera lectura de hoy. Un eunuco, pagano que, curioso, va leyendo las Escrituras -se lo podía permitir siendo enviado de una reina-, y no entiende cierto pasaje de Isaías. Muchos no podían entender aquellos pasajes del «Siervo sufriente» o «Siervo de Yahvé», y se preguntaban lo mismo: El profeta ¿lo decía por él, o por otro?

Muy bonita e interesante esa sed, esa curiosidad por profundizar en las Escrituras. Ojalá hoy muchos la tuvieran. Es cierto que algunos la tienen: yo he conocido varios que por iniciativa propia, en su búsqueda de la verdad, se ponen a leer la Biblia, el Corán, etc. Pero no son muchos. La mayoría prefieren encender el televisor o la tablet.

Pero ante el misterio, lo más interesante es que ahí está Felipe, y el eunuco le pide que le explique, y él lo hace. A mí me hacía pensar que, ante estos que buscan la verdad, que se hacen de verdad las preguntas adecuadas, Dios les pondrá alguien a su lado. Quizás seas tú, o yo. Y no podemos dejar de lado nuestra responsabilidad, de explicarle.

Así pues: ojos y oídos abiertos, y formándonos continuamente para poder dar razón de nuestra fe.