“Ya que sobresalís en todo; en la fe, en la palabra, en el conocimiento, en el empeño…”. San Pablo habla así a los Corintios para comprobar si su “caridad es genuina”. Si tenemos que hacer una prueba para comprobar nuestra fe, esa será la de la caridad. ¿Qué más daría que supiésemos toda la doctrina cristiana de memoria, si no vivimos la caridad?. Si los cristianos tenemos que sobresalir en algo, debemos destacar, sobre todo, en la caridad.

“Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen”. La caridad sólo se puede vivir desde la unión con Dios. Sólo Él es capaz de darnos la gracia para vivir amando a los enemigos. Sólo desde las horas que se pasan delante del Sagrario comprendemos el amor que Dios nos tiene, y podemos vivirlo. No creemos en esa “caridad” que se confunde con la filantropía, que no parte de Dios, sino de reivindicaciones o estudios sociológicos. Los grandes maestros de la caridad han sido maestros de espiritualidad, de unión íntima con Dios. Cuando se descubre a Cristo crucificado se abandona toda “ideología” de la caridad, que algunos utilizan como arma arrojadiza los unos contra los otros, y se descubre la valía de todo hombre … ¡hasta de los “enemigos”!

“Dieron más de lo que esperábamos: se dieron a sí mismos, primero al Señor y luego, como Dios quería, también a nosotros”. Esto que hicieron las iglesias de Macedonia tendríamos que hacerlo cada uno de nosotros. Muchas veces se habla de las “riquezas” de la Iglesia, pero la única riqueza real de la Iglesia somos cada uno de los cristianos que intentamos, a veces a trancas y barrancas, vivir como Cristo. “Porque ya sabéis lo generoso que fue nuestro Señor Jesucristo: siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para enriqueceros con su pobreza”. Desde esa pobreza podremos vivir la auténtica caridad, la del que no se busca a sí mismo ni quiere reconocimiento ni gratificación. 

San Juan Pablo II nos recordaba que en la vivencia de la caridad nos jugamos tanto como en la doctrina. Si tenemos que sacar sobresaliente en algo, y debemos procurarlo en todo, que sea en la caridad.

¿Cómo vivió la Virgen la caridad? Entregándose completamente a Dios.