“El que siembra tacañamente, tacañamente cosechará; el que siembra generosamente, generosamente cosechará. Cada uno dé como haya decidido su conciencia: no a disgusto ni por compromiso; porque al que da de buena gana lo ama Dios”. Entre las muchas tacañerías que nos rodean (en la vida espiritual rezando “lo justo,” en la vida social dando “lo justo,” en la vida laboral trabajando “lo justo,” … el cálculo es fácil: “lo justo” es igual a “lo menos posible”), tal vez la tacañería más preocupante sea la tacañería familiar. Cuántos jóvenes matrimonios y novios calculan, con precisión milimétrica, si pueden tener uno o dos hijos, cuándo y de qué manera. Tendrían que sonar las bocinas de los “super-tacañones” cada vez que algunos se hicieran estos planteamientos. Un hijo no es solamente “un gasto.” Muchos calculan lo que les cuesta un hijo hasta que llegue a la Universidad, pero no piensan lo que les cuesta comprarse un nuevo coche, y las copas con los amigos.
Los hijos son un don, un regalo de Dios, y Dios bendice a los que no son tacaños en sus planteamientos familiares. “Siempre seréis ricos para ser generosos, y así, por medio nuestro, se dará gracias a Dios”. Otros verán cómo, lo que aquí consideramos un “tesoro”, sirve para que no se hablen más los herederos y maldigan la memoria del difunto abuelo o padre.
Hasta entre los propios cristianos se ha introducido ese espíritu de tacañería. Cuando un matrimonio tiene su cuarto hijo, en seguida comentan: ¡Será del Opus, o de los “kikos”!. Y los tildan de locos o de fanáticos.!. “Y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará”. Dios conoce bien los esfuerzos, desvelos y privaciones que hay que hacer para sacar adelante su familia y les recompensa. Creo que ninguno cambiaría su vida por tener unas vacaciones más lujosas, y a ninguno le gustaría que su hijo, al que le ha dado tantas cosas, le maltrate, le insulte, le abandone en la vejez, le deje morir solo, como tristemente vemos cada más a menudo.
La Virgen María sólo tuvo un hijo, el que Dios quiso, al mismo Dios encarnado. Pero por su generosidad es madre de toda la familia humana y se desvela por cada uno de nosotros. Reina de las familias, cuida cada familia de todos tus hijos.
Querido hermano:
Al hablar de la limosna nos indica que no lo hagamos con intención de que nos vean y de que salgamos agradecidos y compensados:
«Cuando hagas limosna no vayas tocando la trompeta por delante y […] que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha»; el Señor nos pide discreción, generosidad y gratitud al dar.
La limosna es un acto de devolver al pobre lo que realmente le corresponde y de ser agradecidos porque tenemos la posibilidad de compartir.
Pero cuando des limosna, hazlo con la actitud de no dar lo que no te sirve o lo que te sobra, sino ser excelente y generoso. Si estuvieras en el grupo de pedir y tener que recibir, ¿cómo te gustaría que la gente diera?
Además, recuerda que es Cristo quien recibe tu limosna y te la multiplica al ciento por uno. Sed generosos. Al que comparte nunca le ha de faltar y siempre tendrá abundantemente para vivir y seguir compartiendo.
En la oración, Jesús nos dirige al santuario íntimo del corazón, donde habita Dios y donde nos habla con más claridad.
Reza el Santo Rosario cada día con la Virgen María. Pide por los faltos de fe.
Tu hermano en la fe: José Manuel.
Gloria a tí señor Jesús
Frente al dinamismo del amor que nos ofrece Dios, solo podemos responder con tres actitudes: La gratitud, es decir recordar con el corazón los dones que hemos recibido de Dios y de nuestros hermanos. La alegría, porque hay mas alegría en dar que en recibir, se es feliz cuando se sirve a los hermanos, nuestra caridad es constante sin falta. La siembra constante, que quiere decir, dar, ofrecer siempre, porque siempre tendremos algo que ofrecer. No existe ningún pobre que no tenga que ofrecer ni ningún rico que necesite ayuda.