No es por colgarme ninguna medalla, Dios me libre, sino para dar testimonio. Ayer dando la comunión sentí algo, como si una persona estuviera o hubiera estado bajo la influencia de algún espíritu maligno. El llamado «olor a azufre». Y luego vino a la sacristía esa persona para pedirme el contacto de un exorcista, y ante mi pregunta resulta que había pasado por varios pero que estaba muy bien ahora, que había hecho brujería en su país.

Por mucha exégesis histórico-crítica y moderna que queramos hacer no podemos ignorar que los demonios actuaban, y que actúan. La buena noticia es que el Señor tiene poder para expulsarlos. Tampoco hay que caer en el otro extremo, de ver demonios por todos lados. Pidamos hoy a Jesús que aquellos afectados por obsesiones, influencias, o incluso posesiones, hallen la salud en el Señor Jesucristo.

Y pidamos que todos aquellos medios que favorecen, no sólo dicha brujería o la santería, sino cosas como: el death metal, el jugar con la güija, el reiki, y un largo etcétera desaparezcan de nuestra cultura.