MIÉRCOLES 30 DE AGOSTO 2023, Semana 21 del TO, SIEMPRE, NUNCA, JAMÁS

Lectura del santo evangelio según san Mateo (23,27-32):
En aquel tiempo, habló Jesús diciendo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que os parecéis a los sepulcros encalados! Por fuera tienen buena apariencia, pero por dentro están llenos de huesos y podredumbre; lo mismo vosotros: por fuera parecéis justos, pero por dentro estáis repletos de hipocresía y crímenes. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que edificáis sepulcros a los profetas y ornamentáis los mausoleos de los justos, diciendo: «Si hubiéramos vivido en tiempo de nuestros padres, no habríamos sido cómplices suyos en el asesinato de los profetas»! Con esto atestiguáis en contra vuestra, que sois hijos de los que asesinaron a los profetas. ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres!»

SIEMPRE, NUNCA, JAMÁS

¿Cómo traduciríamos hoy este tipo de hipocresía a la que se refiere Jesús?

Hoy se dirige a los hipócritas que se creen superiores a los demás y que están muy seguros de si mismos, muy convencidos de que ellos jamás hubieran cometido los delitos que otros cometieron antaño o comenten ahora.

Cada vez oímos más, y decimos más, adverbios de totalidad. Raramente describen situaciones reales y plausibles, pero los usamos con una seguridad ridícula, y con una arrogancia insultante.

Yo siempre hago así las cosas…, y nunca hago así las cosas… Jamás veras que yo haga así las cosas…

Siempre, nunca, jamás…

¿Con que seguridad podemos decir “siempre” de algo, y sobre todo de nosotros mismos? Con la que nos otorgamos sin ningún fundamento.

Lo mismo con respecto al “nunca” o al “jamás”. ¿Nunca, jamás?

¿Acaso tenemos el control sobre nosotros mismos a ese altísimo nivel?

¿Acaso podemos prever las circunstancias adversas, los cambios externos, e incluso, nuestro propio dominio de sí?

El único nunca que podemos decir, como imperativo para nosotros mismos y como suplica para los demás es este: “nunca digas: nunca jamás”. Y aún así es algo pretencioso y arrogante.

Sólo en Dios podemos poner nuestra seguridad, en su amor y su compasión, en su misericordia, no en nuestros mismos, siervos inútiles.