VIERNES 1 DE SEPTIEMBRE 2023, Semana 21 del TO, NI EL DIA NI LA HORA

Lectura del santo evangelio según san Mateo (25,1-13):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: «¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!» Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: «Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas.» Pero las sensatas contestaron: «Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis.» Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: «Señor, señor, ábrenos.» Pero él respondió: «Os lo aseguro: no os conozco.» Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.»

NI EL DÍA NI LA HORA

Hoy también podemos llegar a ser muy necios, no sólo desde el punto de vista de una necedad generalizada, esa que se dice de toda muestra de poca inteligencia, sino de la necedad religiosa, que consiste en una falta de sensatez humana, don de lo alto, para buscar y tratar las cosas de Dios.

Como aquellas doncellas, también nosotros podemos ser necios para Dios.

Y una forma de ser necios para Dios es querer saber lo que no podemos saber, o querer dominar aquello que nos trasciende, que nos supera. También querer experimentar la certeza de las cosas de Dios sin tener que arriesgar desde la fe. Buscar pruebas, milagros, manifestaciones extraordinarias. Hoy existe la tentación en la Iglesia de hacer la ruta de las manifestaciones extraordinarias, aunque la Iglesia aún tenga una actitud como mínimo de cautela sobre ellas, y no haya confirmado ningún signo de sobrenaturalidad.

Este turismo de las nuevas apariciones y manifestaciones extraordinarias, que al fina se convierte en un modelo más del marketing turístico para las clases sociales pudientes, suele ir unido a mensajes catastrofistas.

Si los supuestos videntes nos dicen sólo que tenemos que convertirnos, o nos recuerdan sólo lo que nos dice el Evangelio, no nos convence. No nos dice nada nuevo. Eso ya lo sabemos, aunque no lo vivamos.

Pero si nos dicen que tenemos que convertirnos porque la Iglesia esta precipitándose al vacío, o que el mundo esta muy mal y la ira de Dios va a caer sobre él, o que se avecinan catástrofes sin igual porque ya esta cerca el fin del mundo, entonces esto ya es otra cosa. Esto nos divierte mucho más que el Evangelio, que para el turista espiritual experimentado ya no le dice nada, y además le revuelve por dentro.

El “ya sé el día y la hora” del fin del mundo es, en cambio, mucho más divertido, en el sentido literal del término, que no es hacernos reír, sino que nos entretiene, que nos saca de la rutina, que nos alucina, como una droga más que no saca de lo cotidiano.

Cuidado con la tentación de convertirnos en turistas espirituales, siempre buscando al último predicador sugerente, la última celebración envolvente, la última propuesta de conversión emocionante, que tenga un nombre inglés o francés, distinto, novedoso, que no nos podamos perder porque es lo que pasa ahora por la pasarela de la moda religiosa. No está entre los diez mandamientos, pero porque se da por supuesto. Es este: dejarse de tonterías y ser normales.