Una de las cosas más cansadas de este mundo es explicar lo evidente … Los círculos, por decir algo, son siempre redondos.

El caso es que hay que explicar cosas que saltan a la vista, pero hay que hacerlo. Si el Señor nos pone a veces en esa tesitura, será que tenemos que ganar en virtud. Cuando uno se ha roto algo, por ejemplo, y tiene luego que recuperar la movilidad, hay que empezar a dar los pasos como cuando uno empezó a caminar: echando un pie adelante y, después, el otro, procurando mantener el equilibrio y avanzar. 

La experiencia demuestra que no hay que dar nada por supuesto, que el sentido común es, muchas veces, el menos común de los sentidos, y que, por eso mismo, si uno no actúa como piensa, termina pensando como actúa. Llegamos a la conclusión, que no es ninguna tontería tener que decir que el cuchillo, hay que recordarlo a veces, sirve para cortar porque hay algunos que lo usan para otra cosa …

A la luz de la carta de San Pablo, sería muy bueno pedirle al Señor una buena dosis de sentido común, para que esa “mentalidad del mundo”, no se nos meta por los poros y acabe ocurriendo como en esas películas de terror: que terminamos siendo una especie de caparazón humano que los extraterrestres fagocitan para asaltar el mundo, gente sin personalidad, vencidos no ya por grandes enemigos, sino por las tonterías del ambiente, de otros que nos roban lo que somos.

Vamos a pedirle a Nuestra Madre la Virgen aquello que decía un venerable sacerdote: “si perdiera la fe y el sentido común y me dieran a elegir en recuperar una u otra, la elección la tendría clara: recuperaría el sentido común, porque el sentido común me llevaría indefectiblemente hasta la fe”.