PRIMERA LECTURA
Perdona la ofensa a tu prójimo y, cuando reces, tus pecados te serán perdonados.
Lectura del libro del Eclesiástico 27, 30 – 28, 7
Rencor e ira también son detestables, el pecador lo posee.
El vengativo sufrirá la venganza del Señor, que llevará cuenta exacta de sus pecados.
Perdona la ofensa a tu prójimo y, cuando reces, tus pecados te serán perdonados.
Si un ser humano alimenta la ira contra otro, ¿cómo puede esperar la curación del Señor?
Si no se compadece de su semejante, ¿cómo pide perdón por sus propios pecados?
Si él, simple mortal, guarda rencor, ¿quién perdonará sus pecados?
Piensa en tu final, y deja de odiar, acuérdate de la corrupción y de la muerte y corrupción, y sé fiel a los mandamientos.
Acuérdate de los mandamientos, y no guardes rencor a tu prójimo; acuérdate de la alianza del Altísimo y pasa por alto la ofensa.
Palabra de Dios.
Sal 102, 1-2. 3-4. 9-10. 11-12
R. El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia.
Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R.
Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa,
y te colma de gracia y de ternura. R.
No está siempre acusando
ni guarda rencor perpetuo;
no nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas. R.
Como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre los que lo temen;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos. R.
SEGUNDA LECTURA
Ya vivamos, ya muramos, somos del Señor.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 14, 7-9
Hermanos:
Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo.
Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; así que, ya vivamos ya muramos, somos del Señor.
Pues para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de muertos y vivos.
Palabra de Dios.
Aleluya Jn 13, 34
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Os doy un mandamiento nuevo – dice el Señor -;
que os améis unos a otros, como yo os he amado. R.
EVANGELIO
No te digo que perdones hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 18, 21-35
En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús le preguntó:
«Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?»
Jesús le contesta:
«No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por esto, se parece el reino de los cielos a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus criados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así.
El criado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo:
“Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo”.
Se compadeció el señor de aquel criado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el criado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo:
“Págame lo que me debes”.
El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo:
“Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré”.
Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo:
“¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo rogaste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?”
Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.
Lo mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si cada cual no perdona de corazón a su hermano».
Palabra del Señor.
“No te digo que perdones 7 veces, sino hasta 70 veces 7”
No creo equivocarme si digo que es uno de los Evangelios más útiles y, a la vez, más complicados de vivir: perdonar sinceramente a quienes nos ofenden.
“Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?”
Pedro quiere quedar bien con Jesús y le pone un límite muy alto: siete veces. Sin embargo, Jesús eleva ese nivel a «siempre», «en todo lugar» y «a todos». “No te digo siete veces, sino hasta setenta veces siete.”
Perdonar de corazón no es el «perdono pero no olvido». Es verdad que la experiencia del perdón no la podemos vivir sin la sanidad interior de todo aquello que nos ha herido, pero sin la experiencia del «perdón de corazón»; es decir, sin restaurar el corazón de deudas y rencores inútiles, no podemos vivir la experiencia gozosa de la fe cristiana.
Rezamos juntos el Santo Rosario cada día. Pedimos por la Paz en el Mundo.
Querido hermano:
Si ofrezco resistencia a perdonar a quienes me ofenden, ¿cómo puedo entender y qué sentido le doy a lo que Jesús hizo por mí en la cruz? ¿Cómo puedo rezar diariamente el Padre Nuestro y pronunciar “perdóname mis ofensas como yo perdono a quienes me ofenden”? ¿Cómo entenderán quienes me vean que soy discípulo de Cristo: por ir a misa o por vivir el Evangelio en su integridad incluso en sus enseñanzas más difíciles?
La esencia de la fe es vivir el amor de Dios que cancela deudas, que elimina rencores, que va más allá del «te lo mereces», que no lleva cuentas del mal.
Lo central de la fe no es lo que hacemos de forma religiosa, sino lo que Dios ha hecho por cada uno. Es cancelar las deudas que teníamos a causa del pecado y vencer a quien nos acusa, miente y tienta: el diablo, que nos quiere humillar recordándonos que tenemos cuentas pendientes.
Rezamos juntos el Santo Rosario cada día. Pedimos por la Paz en el Mundo.
Es tan dificil perdonar. Cuando alguien te hace daño, y ese alguien nunca pide perdón y no reconoce el daño causado , alegando conjeturas sin sentido .
Lo que si es , ..nos tenemos que hacer responsables de nuestros actos. No vale, lanzar la piedra , y esconder la mano.
Desde nuestro bautismo Dios nos ha perdonado, perdonándonos una deuda insoluta: el pecado original. Pero, aquella es la primera vez. Después, con una misericordia sin límites, Él nos perdona todos los pecados en cuanto mostramos incluso solo una pequeña señal de arrepentimiento. Dios es así: misericordioso. Cuando estamos tentados de cerrar nuestro corazón a quien nos ha ofendido y nos pide perdón, recordemos las palabras del Padre celestial al siervo despiadado: «siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No deberías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?» (vv. 32-33). Cualquiera que haya experimentado la alegría, la paz y la libertad interior que viene al ser perdonado puede abrirse a la posibilidad de perdonar a su vez. (Francisco, Ángelus, 17 septiembre 2017)
Sólo es capaz de perdonar el corazón de carne, sangre y Espíritu, pero jamas perdonará el corazón de piedra.
Oremos por ser Unidad con Jesús, María y José
Perdonar de corazón no es el «perdono pero no olvido».
Perdonar de corazón es no tener rencor hacia quien te ha hecho daño . Es ser astutos como serpientes y buenos como palomas. Practicando los mecanismos de defensa propia, para evitar que te hagan daño , sin rencor , pero poder evitarlo . La memoria es necesaria. No es para recordar el mal hecho y poner verde en tu corazón a la persona que te ha hecho daño , eso no es perdonar.
Para entrar en la dinámica del perdón es preciso trascender más allá de «lo que a uno le pide el cuerpo» (la venganza) para obrar de acuerdo a lo que nos sugiere y hacia lo que nos impulsa el espíritu: el amor ❤️. Es la señal inequívoca de una fe sincera y profunda.