PRIMERA LECTURA
Hemos pecado contra el Señor desoyendo sus palabras.
Lectura del libro de Baruc 1, 15-22
«Confesamos que el Señor, nuestro Dios, es justo.
Nosotros, en cambio, sentimos en este día la vergüenza de la culpa. Nosotros, hombres de Judá, vecinos de Jerusalén, nuestros reyes y gobernantes, nuestros sacerdotes y profetas, lo mismo que nuestros antepasados, hemos pecamos contra el Señor desoyendo sus palabras.
Hemos desobedecido al Señor nuestro Dios, pues no cumplimos los mandatos que él nos había propuesto.
Desde el día en que el Señor sacó a nuestros padres de Egipto hasta hoy, no hemos hecho caso al Señor nuestro Dios y nos hemos negado a obedecerlo.
Por eso nos han sucedido ahora estas desgracias y nos ha alcanzado la maldición con la que el Señor conminó a Moisés cuando sacó a nuestros padres de Egipto para darnos una tierra que mana leche y miel.
No obedecimos al Señor cuando nos hablaba por medio de sus enviados los profetas; todos seguimos nuestros malos deseos sirviendo a otros dioses ajenos y haciendo lo que reprueba el Señor nuestro Dios».
Palabra de Dios.
Sal 78, 1-2. 3-5. 8. 9
R. Por el honor de tu nombre, Señor, libranos.
Dios mío, los gentiles han entrado en tu heredad,
han profanado tu santo templo,
han reducido Jerusalén a ruinas.
Echaron los cadáveres de tus siervos
en pasto a las aves del cielo,
y la carne de tus fieles a las fieras de la tierra. R.
Derramaron su sangre como agua
en torno a Jerusalén,
y nadie la enterraba.
Fuimos el escarnio de nuestros vecinos,
la irrisión y la burla de los que nos rodean.
¿Hasta cuándo, Señor?
¿Vas a estar siempre enojado?
¿Arderá como fuego tu cólera? R.
No recuerdes contra nosotros las culpas de nuestros padres;
que tu compasión nos alcance pronto,
pues estamos agotados. R.
Socórrenos, Dios, salvador nuestro,
por el honor de tu nombre;
líbranos y perdona nuestros pecados
a causa de tu nombre. R.
Aleluya Cf. Sal 94, 8a. 7d
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
No endurezcáis hoy vuestro corazón;
escuchad la voz del Señor. R.
EVANGELIO
Quien me rechaza a mí rechaza al que me ha enviado.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 10, 13-16
En aquel tiempo, dijo Jesús:
«¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Pues si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, vestidos de sayal y sentados en la ceniza.
Por eso el juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras.
Y tú, Cafárnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al abismo
Quien a vosotros os escucha a mí me escucha; quien a vosotros rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado».
Palabra del Señor.
“Quien me rechaza a mí, rechaza a quien me ha enviado”
Ayer concluíamos con el rechazo de algunos a la predicación del Reino de Dios. Hoy Jesús muestra su preocupación por la dureza de corazón de esas dos ciudades: Corozaín y Betsaida, situadas junto al lago de Genesaret.
“¡Hay de ti Corozaín, hay de ti Betsaida! Si en Tiro y Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido vestidos de sayal y sentados en la ceniza. Por eso, el juicio les será más llevadero a Tiro y Sidón que a vosotras.”
Las palabras de Jesús nos tienen que interrogar a cada uno. ¿Qué está haciendo Jesús en tu vida y cómo le estás respondiendo?
Tenemos que pedirle al Señor la sensibilidad espiritual para reconocer su paso en nosotros. Son muchos los momentos que Dios toca tu vida, no me cabe la menor duda, pero debemos ser sensibles a su paso.
Reza el Santo Rosario cada cada día pide por la Paz en el mundo.
Tu hermano en la fe: José Manuel.
Querido hermano:
Jesús nos da la pista para atender a su presencia: “Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha.” Me quedo con el “a mí me escucha.”
Tenemos la oportunidad cada día de escuchar a Dios. ¿Cómo? Pues muy sencillo. Te invito a que leas cada día la Biblia; en especial la vida de Jesús. Estos comentarios pretenden acercarte a la Palabra, pero tómate además tu tiempo para leer con paz el Evangelio, adentrarte en esa Palabra de Dios que es luz y guía, alimento y fortaleza.
La Biblia, no lo olvides, es Dios que nos habla cada día, que renueva su amor, que nos recuerda que somos importantes a pesar de nuestras fragilidades y caídas.
Jesús dice que quien rechaza a los profetas y apóstoles, a Él le rechaza, por eso cuida también de vivir tu fe en comunidad. Y atiende a tus pastores, sus indicaciones. Todos necesitamos que alguien nos guíe, nos abra los ojos y nos desafíe con metas en la fe.
Cada día rezamos el Santo Rosario. Tu hermano en la fe: José Manuel.
….Quien a vosotros os escucha a mí me escucha; quien a vosotros rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado… enséñame Señor a ser mucho mas receptiva a ñas palabras que nos enseñan el
camino tu camino Dame humildad de corazón para que cada día pueda conocer lo que tu quieras enseñarme ..
«Jesús me habla, te habla, nos habla a cada uno de nosotros. El llamamiento de Jesús es para cada uno de nosotros». Y luego uno se pregunta: «¿Cómo es que esos paganos que, tan pronto como escuchan el sermón de Jesús, van con él y yo, que he nacido aquí en una sociedad cristiana y para mí el cristianismo es como un hábito social, una prenda que me pongo y luego la dejo?». Así es como «Jesús llora por cada uno de nosotros cuando vivimos el cristianismo formalmente, al menos no realmente».(…) existe «la hipocresía de los pecadores, pero la hipocresía de los justos es el temor al amor de Jesús, el temor de dejarse amar». En esencia, el Pontífice observó: «cuando hacemos esto, tratamos de manejar la relación con Jesús».
Es como si le dijéramos: «Sí, voy a misa pero tú quédate en la iglesia que yo después me voy a casa». (…) «un día de examen de conciencia», recomendándoles como un «estribillo» espiritual las palabras pronunciadas por el Señor a las ciudades que no siguieron sus enseñanzas: «“Ay de ti, ay de ti”, porque te di tanto, me di a mí mismo, te elegí para ser cristiano, para ser cristiana, y prefieres una vida a medias, una vida superficial: sí, un poco de cristianismo y de agua bendita, pero nada más». De hecho, explicó, «cuando vivimos esta hipocresía cristiana, lo que hacemos es alejar a Jesús de nuestros corazones. Fingimos que lo tenemos con nosotros, pero lo hemos echado. Somos cristianos, orgullosos de ser cristianos, pero vivimos como paganos». (Francisco, Homilia Casa Santa Marta, 5 octubre 2018)