San Pablo revolucionó el Mediterráneo sembrando el Evangelio de Cristo que, apenas un siglo después, ya cundía en todo el Imperio y otras muchas zonas de Asia. La fuerza del Espíritu Santo sopló de tal modo en los labios y el corazón del apóstol de los gentiles que construyó cimientos sólidos para que la Iglesia abrazara innumerables hijos procedentes del paganismo. Así lo explica hoy preciosamente a los cristianos de la Urbe.
Llama la atención esa referencia a no construir sobre cimientos ajenos. En alguna ocasión le tocó hacerlo, pues a su llegada a algunas ciudades, ya existía una comunidad cristiana; pero no se libró en otras muchas ciudades de roturar desde cero un campo sin sembrar para la gloria de Cristo.
Sirva este ánimo del Apóstol para encender nuestros corazones en ardor misionero de acercar cuantas más personas al calor del Corazón de Cristo. Después de dos mil años de aquella siembra primera, los avatares de la historia nos conducen a una sociedad similar a la que se encontró el de Tarso, en que el nombre y rostro de Dios vuelve a ser desconocido por quienes ya pueden considerarse auténticos gentiles en el conocimiento de la salvación traída por el Nazareno. Incluso muchos cristianos desconocen los principios básicos de la fe, o viven el cristianismo teórico acompañado del paganismo práctico.
¡Sea nuestra la audacia de reevangelizar nuestra sociedad!
Cuando Jesús habla de los hijos de la luz frente a los hijos del mundo es para que desde la luz descubramos lo pasajero de los bienes materiales y les apliquemos los criterios de generosidad y desprendimiento y no del acumular codicioso.
Realmente los bienes son medios para vivir, por eso el compartir fraternal es el verdadero nombre de la pobreza cristiana que nos ayuda a descubrir la felicidad en dar y a descubrir el gozo cuando nuestros bienes ayudan a vivir a otros.
Reza cada día el Santo Rosario, pide por las almas del Purgatorio. Por la Paz en el Mundo.
Gracias comentarista 6 por hacernos ver el interés puesto por Pablo para evangelizar a los gentiles como respuesta a la conclusión de Jesús en la parábola de hoy. La astucia de los hijos del mundo utilizada por los hijos de La Luz.
También nos recuerda Jose Manuel que como resultado de esta “astucia”, lo importante es la ayuda a los demás.
Es como si el administrador de la parábola pretendiera sólo ayudar a los deudores y no procurarse futuros apoyos.
A nosotros nos toca echar mano de la astucia para evangelizar, practicando el amor fraterno. En la oración permanente encontraremos la inspiración del Espíritu Santo para esa “astucia”.