La siempre Virgen María nos bendice. Ella escucho a Isabel diciendo: “Bendita tú porque has creído “. Ahora, María, la virgen creyente se convierte por la fe en Madre de Dios y la bendita se convierte en fuente de bendición para nosotros. En este primer día del año civil, recibimos la bendición de Dios, dueño y señor de la historia. Él es el que dio origen a todo y quien llevará todo a su consumación final; entre tanto, nosotros que caminamos por esta vida, elevamos nuestros ojos al cielo pidiendo su bendición. El que bendijo al hombre Inmediatamente después de crearlo, nos bendice ahora de una manera infinitamente mayor al redimirlo. Como dice la carta los hebreos: “En distintas ocasiones hablo Dios antiguamente a nuestros padres por los profetas; ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo “.

Jesús, el hijo de María es el mismo Hijo de Dios. Hoy confesamos nuestra fe en Maria, a la que invocamos llamándola “Madre de Dios”, y con la firme convicción de que el hijo nacido de sus entrañas es Hijo de Dios, nacido en la carne, como dice San Pablo: “Nacido bajo la ley para rescatar a los que estaban bajo la ley para que recibiéramos el ser hijos de Dios por adopción”. No se podía soñar una bendición mayor, una dignidad superior: hijos en el Hijo; herederos de Dios, coherederos con Cristo, de la gloria propia de Dios.

Cuando los acontecimientos de la historia nos hacen temer lo peor, cuando las noticias de actualidad nos hacen presagiar toda clase de problemas y sufrimientos, ¡qué importante es que podamos recordar que más allá de estas circunstancias, en cuanto a lo que somos y estamos llamados a ser, realmente solo estamos bendecidos!

Habrá quien quiera ver que solo estamos rodeados de peligros y de muerte, pero la realidad es que estamos rodeados de bendición y vida. Nosotros como los pastores, pequeños pobres y pecadores, no alcanzamos a entender ni siquiera mínimamente el misterio que se esconde en el niño Dios, pero nos llenamos de alegría, sabiendo que de él nos viene la salvación, que en la ciudad de David nos ha nacido un salvador, el mesías, el Señor.

Maria, que durante toda su vida comparará en su corazón las manifestaciones extraordinarias de su hijo con las otras ordinarias que le hacían aparecer humano, insultantemente humano; es nuestra modelo como creyente. Porque creyó María se hace cauce e instrumento de la bendición de Dios. Su fe, como la nuestra, se abrió paso en medio de las dificultades. A ella nos encomendamos con la oración más antigua de las que se conocen dedicadas a María.

Bajo tu amparo nos acogemos,

santa Madre de Dios;

no deseches las súplicas

que te dirigimos en nuestras necesidades,

antes bien, líbranos de todo peligro,

¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!