Una idea tan común como falsa es que todas las religiones en realidad son iguales. Que todos creemos en el mismo Dios. De fondo la idea de que da lo mismo la religión que profese cada uno, Dios es igual de inalcanzable para todos. Para muestra un botón: «Dios por definición es incognoscible de forma que cada religión crea un cuerpo metafórico para intentar explicarle el hecho divino a los fieles que no podrían entenderlo sin metáforas. Pero, repito, todas las grandes religiones se parecen entre sí» (L. Etxebarria, The Objective, 11/03/2024).

«El tiempo es oro», «Tus ojos son dos luceros que brillan en la oscuridad», «La esperanza es un ave que vuela libre en el cielo de nuestros sueños»… son metáforas, más o menos elaboradas. «Por eso los judíos tenían más ganas de matarlo: porque no sólo quebrantaba el sábado, sino también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios». Eso no es una metáfora. «El Hijo no puede hacer nada por su cuenta sino lo que viere hacer al Padre»… «quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna», cada una de las frases recogidas en el evangelio de hoy atribuidas al hombre llamado Jesús es una revelación escandalosa. Parafraseando a C.S.Lewis podemos decir que este hombre o es un loco, o miente  o dice la verdad: a lo que no da lugar es a pensar que es un poeta afectado.

No, no todas las religiones son iguales, ni el Cristianismo se parece a nada.