Qué feo es el día de hoy, porque hoy los protagonistas son los traidores. ¿De qué pasta está hecha un traidor? No tengo ni las más remota idea, pero poniéndonos a improvisar, debe de ser un cóctel de ambición (una ambición más bien pobrecita, como suelen ser todas las ambiciones humanas) y de mucho miedo. Sí, miedo, porque a la postre, al Señor le fueron infieles todos los suyos: los que le juraban amor eterno e incondicionalidad, y los que se iban de dos en dos anunciando que portaban la buena noticia de que Dios estaba presente en el mundo. Nada. Todos traicionaron a su Maestro. Al final se quedó desnudo y sólo en el madero. Un traidor tiene en el fondo de sí mismo un universo propio de intereses, esta puede ser una clave para escrutar su alma. No se fija en las palabras del amigo, sino en lo que a él le importa, y en base a ese interés extiende su red de manipulación. El alma humana no es simple como un tiesto. El alma humana es una fórmula matemática que no se entiende y encima está mal explicada.

Entonces, un día se acercó la claridad a nuestro mundo, se posó Dios mismo en nuestro suelo, la transparencia absoluta, el amor se quedó en estado de parto perpetuo. Y los hombres prefirieron mirar su propia complejidad y sus pobres negociados. ¿No es tristísimo? Todo esto debió producir en el alma humana de Cristo una impresión terrible de sorpresa e incomprensión, porque la mirada de Cristo hacia el hombre es siempre la mirada de quien no acaba de comprender la complejidad que hay detrás de esos ojos. Por eso decía que el Reino de Dios es para los niños, porque el niño lo dice todo con los ojos, todo está delante, nunca hay una intencionalidad escondida.

Traicionar es olvidar que la vida se hace siempre con el otro, con quien se decidió caminar de por vida. Por eso el pecado es una palabra que suena rara en la terminología cristiana, porque parece aludir sólo a la parte moral de la existencia. El pecado es algo más serio, es la tradición al amigo con quien se come y se ríe, es decirle que me interesas muy poco, que me conformo con mis propios paraísos artificiales. El otro día alguien me dijo que se le olvidaba rezar a diario, que nunca caía en la cuenta. Sin echar ningún juicio sobre esta actitud, ¿no suena raro que un cristiano, que lleva el nombre de Cristo en su persona, se olvide de quien le da a diario el aliento para vivir? Hay que releer el Cantar de los Cantares para ver cómo la Amada va desesperada, como loca, detrás del Amado. Pregunta a los pastores y a los oriundos de la zona si por allí ha pasado, porque no puede quedarse por más tiempo “sin su figura”.

La mayor traicion es el mayor engaño, la falta de tiempo. Cuando no tienes tiempo para algo importante es porque no lo consideras importante, y sabes que tengo razón. El tiempo nace de los siete pilares de mi vida, para lo demás no tengo tiempo.

Madre mía, y yo que quería hablar de Judas…