Las mujeres que “se marcharon a toda prisa del sepulcro” son “María Magdalena y la otra María”, como nos dice San Mateo unos versículos antes, el ángel les anuncia que Jesús ha resucitado. Y siguiendo las indicaciones que les da se ponen en camino. Y se encuentran con Jesús que “les salió al encuentro”. Jesús toma la iniciativa siempre, pero cuenta con nuestra disposición a “ponernos en marcha”, en este caso, como dice el Evangelio “a toda prisa”. Cuántas veces nosotros percibimos el requerimiento de Cristo: “ponte en marcha”, “pon los medios” para realizar lo que te pido y yo saldré a tu encuentro. Obedecerle con la seguridad de que nos saldrá al camino y actuará. Cristo ha resucitado y podemos estar seguros de que sus promesas se realizarán. Salgamos de nosotros mismos y podremos reconocerle en nuestra vida.

De este encuentro con Jesús saldrán unas palabras llenas de consuelo: “alegraos”, “no tengáis miedo” y un nuevo encargo: “id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán”. No es algo complejo, únicamente anunciarles que Jesús les espera en Galilea. Algo que también es para nosotros: anuncia a quienes tienes cerca – y también dejarnos anunciar – que nos espera en Galilea: en la Eucaristía, en la proclamación de su Palabra, en la fuerza del perdón de los pecados, en el hermano que te necesita… Sólo anunciarlo. No es tan complicado. Después cada uno con su libertad irá o no a donde Jesús nos hace saber que nos espera. Les espera (y nos espera), precisamente, en Galilea. No donde les venga mejor o dónde les parezca que debería ser ¡Hay que ir a Galilea y allí le veremos! Si lo hacemos así, le veremos y nuestro corazón se llenará de asombro y de esperanza ¡Porque le veremos! ¡Veremos a quien ha triunfado sobre el pecado y la muerte! Después de la muerte del Maestro, todo parecía que había terminado, derrumbadas las certezas, muertas las esperanzas. Pero entonces, aquel anuncio de las mujeres, aunque increíble, se presentó como un rayo de luz en la oscuridad. La noticia se difundió: Jesús ha resucitado, como había dicho… Y también el mandato de ir a Galilea; las mujeres lo habían oído por dos veces, primero del ángel, después de Jesús mismo: Que vayan a Galilea; allí me verán (cf. Francisco, Vigilia Pascual, 2014). Ir a Galilea es también que aprendamos a releer nuestra vida a la luz del misterio pascual de Cristo.

Galilea es el lugar de la primera llamada, donde todo empezó. Volver allí, volver al lugar de la primera llamada Ir a Galilea es también una invitación a hacer memoria de aquellos momentos de intimidad con Jesús, la experiencia de presenciar aquellos milagros espectaculares: paralíticos que andan, ciegos que recuperan la vista, leprosos que son limpiados… Hagamos de memoria de tantas gracias recibidas, de tantas caricias del Señor en nuestra vida. El Papa Francisco, nos invitaba en una homilía en Santa Marta, a no perder la memoria del primer amor, es decir la alegría del primer encuentro con Jesús-. Esto significa alimentar continuamente la esperanza, es una invitación a no quedarnos a mitad de camino. Por ello la memoria es tan importante para recordar la gracia recibida. Si dejamos de lado este entusiasmo que viene de la memoria del primer amor, se hace presente ese peligro tan grande para los cristianos: la tibieza (cf Francisco, Santa Marta 30-I- 2015).

Que Nuestra Madre, como hizo con los Apóstoles de su Hijo, nos reúna y nos conduzca una y otra vez a Galilea, donde veremos de nuevo a su Hijo.